EL PIANISTA



Aquí es más fácil sobornar al pianista, le invitas a una copa, escuchas su silencio o lo acompañas, como prefieras, y detrás como muchas veces descubres esa historia que se repite como el croar de las ranas en verano. Esta vez, me dice, se trata de una chica escandinava, buscaba un paraguas detrás de una maravillosa caja de música. La bailarina se movía al revés de las agujas del reloj, sosteniéndose solo de un pie, tan solo de un pie, nunca, nunca se rompió, hasta que ella se marchó.


Voy a menudo, tal vez porque no me disgusta ver como se mueren las horas en ese garito, me recuerda, aunque nunca se lo he dicho a nadie, a esa chica que se asustó demasiado porque cuando la besé, le dije que antes ya había imaginado ese instante. A lo lejos de las espaldas, ya no hubo nada más. Tan solo si me apuras, la mejor historia de amor que concibieron esas dos marionetas, nadie sabe qué fue de ellas. Y pensar que alguien inventó “Nunca Jamás” para que fuésemos, en cambio aquí seguimos, le digo al pianista.

Saludos y gracias

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