En la galería de arte todos los
cuadros le hablan que uno debería poder elegir su propio destino. Tal vez por
eso cuando sale se imagina Roma, Berlín, París, Atenas, un pequeño pueblo de
montaña, uno donde el mar le demuestre que no hay que temer por la distancia, o
tenerle vértigo, y cuando llega a casa con lo que se quiere acostar es con la
imagen de acercarse a ella darle los besos (que creía perdidos) que ya han
encontrado su lugar, y decirle cuéntame tu último sueño, y trataremos de viajar
hasta allí.
Cuando vuelve a la galería de
arte descubre que no deberían importar ni las distancias, ni las barreras, ni
los obstáculos, ni los miedos de los profetas que anuncian crisis insalvables,
si nos deslizamos fuera de las reglas capitales del tiempo y el espacio subidos
en la misma noria al final llegará nuestro momento.
Saludos y gracias
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