Siento las paredes caminar por
la casa. El azul oscuro que deja las despedidas. Las turbulencias, quizás ese
miedo de presentir que no nos volveremos a ver. La frustración de no tener con
quien compartir mesa y mantel. El letargo que encierra esa parte del armario
vacía. Las cenizas (del cuento de hadas que acabó siendo devorado por las
llamas) volando cerca de la luz de la bombilla que parpadea. Los átomos
fragmentados de todo aquello que construimos de la nada. El aislamiento, esa
terrible mordaza suspira por una noche más, aunque sea cometer de nuevo un
error, un ensayo terrible de que a veces no hay vuelta atrás. Puedo esperar un
día más o un año. Tal vez me vaya, desaparezca en el sonido de un vagón del
metro, pero si alguna vez vuelves aunque yo ya no esté y si no has tirado al
río la llave que te di, no olvides que la cerradura seguirá siendo la misma.
Saludos y gracias
Muy bueno hermano, aunque aveces, cuando ha pasado el tiempo con su lento caminar, puede ser buena idea cambiar la cerradura. Un abrazo
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