LA LLAVE Y LA CERRADURA



Siento las paredes caminar por la casa. El azul oscuro que deja las despedidas. Las turbulencias, quizás ese miedo de presentir que no nos volveremos a ver. La frustración de no tener con quien compartir mesa y mantel. El letargo que encierra esa parte del armario vacía. Las cenizas (del cuento de hadas que acabó siendo devorado por las llamas) volando cerca de la luz de la bombilla que parpadea. Los átomos fragmentados de todo aquello que construimos de la nada. El aislamiento, esa terrible mordaza suspira por una noche más, aunque sea cometer de nuevo un error, un ensayo terrible de que a veces no hay vuelta atrás. Puedo esperar un día más o un año. Tal vez me vaya, desaparezca en el sonido de un vagón del metro, pero si alguna vez vuelves aunque yo ya no esté y si no has tirado al río la llave que te di, no olvides que la cerradura seguirá siendo la misma.

Saludos y gracias   

1 comentario:

  1. Muy bueno hermano, aunque aveces, cuando ha pasado el tiempo con su lento caminar, puede ser buena idea cambiar la cerradura. Un abrazo

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