Me masturbo y mato los últimos
restos de mi niñez, de mi infancia, estaban ya partidas en dos, tan solo me
encargo de terminar el trabajo. Nunca más "Nunca Jamás", ni
madrigueras de conejos, ni reyes magos, ni papas noeles. Me masturbo y veo el
suicido tan cerca como las ganas de vivir, me masturbo y soy tan camicace que
pienso en ti en brazos de otro, desnuda como me gustabas abrazada a otro, tus
gemidos, tus latidos, tus aullidos de loba que ahora se los regalas a otro. Me
corro entre el placer y la rabia. Entre las ganas de retenerte para siempre y
no dejarte escapar, entre la suciedad de abrir mis manos y recordar como te
fuiste, como ya no queda nada.
Cojo un gato de la calle,
tendrá meses se deduce por su tamaño, le pongo un cuenco con leche, se supone
que a los gatos les gusta la leche, le da pequeños sorbos, pero desde que lo cogí
en brazos y lo entré no hace más que maullar, después de beber continua
maullando, lo cojo en mis manos y lo subo al sofá, lo acaricio. No deja de
maullar. Algo quiere y le pregunto: ¿Gato que quieres?. Cansando de no
entenderle, decido abrir el ventanal grande para airear el ambiente cargado, el
gato no se lo piensa dos veces, es más rápido que mis reflejos. Sale corriendo
y salta una primera altura sin miedo hasta la calle. Ahora solo le quedan seis
vidas. Observo como se aleja, como ya no maúlla, y le grito: ¡Gato vuelve que
no tengo nada mejor que hacer!
Me quedo esperando algo de
ella, un mensaje, una llamada, una señal de humo, decido llamar a Australia y
me contesta un canguro, dos canguros, tres canguros, muchos canguros, ruido de
sirenas, de ambulancias, gritos, alboroto, una explosión, ¿Qué cojones pasa en
Australia?. Miro a otra gente, otras caras, sus caras, sus rostros, y me
pregunto si ellos también se masturban contra el cristal del ventanal, dejando
mancha, si ellos se despidieron sin avisar y de una manera cruel de la niñez,
de la infancia, si ellos cogen gatos perdidos que luego se marchan para no
volver y no sabiendo que hacer ante tanto abandono llaman a Australia en busca
del que no sabe lo que buscar. Por último, si ellos también piensan en ti, pero
de esto último me digo, seguro que no hay nadie tan idiota como para pensar que
si alguna vez vuelves a subir el Atlántico será para venir a mí, y que si
alguna vez bajo el Atlántico para ir a dónde estés me estarás esperando.
Saludos y gracias
)
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