El primer beso como te lo
prometí lo guardé en esa caja que te tenías que imaginar que sostenía entre mis
manos. Allí también están las circunferencias de relojes en la arena. Cada una
de ellas marcaba una hora diferente. Mirarte como fumabas tus primeros cigarrillos
que habías cogido prestados del paquete que se dejaba tu abuelo encima de la
mesa, con los pies descalzos sobre la arena y como seguramente si ahora pudiésemos
ponerle palabras a lo que entonces desconocíamos cómo hacerlo, hubiésemos
comentado que no estaría nada mal que el miedo a la vida podría tener el
pequeño detalle de avisar con tiempo para irse uno preparando. En serio,
entonces no se trataba del miedo a la vida, sino del miedo a que lo que
soñábamos no se hiciese realidad, tal vez, en definitiva, es lo mismo. Sabíamos
que habría un final e incluso para las circunferencias de relojes que bordaban
la arena y borrarían pisadas de extraños que nunca llegaríamos a conocer.
Aunque descubrimos demasiado pronto que los finales serían felices si no
tuviesen despedidas, tenía razón cuando tu abuelo te hablaba de que el primer
beso queda en el recuerdo como si se hubiese dado ayer.
Saludos y gracias
No hay comentarios:
Publicar un comentario