Se confirmo una semana después
de haber recogido sus cosas, haber limpiado la moqueta, el escritorio, haber
hecho varias bolsas de basura con cosas que no les daría más uso, que había
decidido marcharse para siempre. El recuerdo gris todavía le hacía removerse en
el sofá cuando había llegado antes porque hay días que la exactitud a la cual
nos tiene acostumbrada las manecillas de reloj dentro de esa caja que es la
monotonía descuadra si decidimos sacar la cabeza fuera y comprobar que hay
afuera, y eso fue lo que sucedió. Sacó la cabeza fuera. Pero lo que encontró no
fue un sol amarillo radiante anunciando buenas de todo y buenas de nada, sino a
su cónyuge fornicando en la misma cama que hacía dos días le había cambiado las
sabanas con otra mujer que no era ella.
Se confirmo que cuando uno se
siente perdido un gran abismo se abre debajo de nuestros pies, y andamos con
tanta precaución que lo único que hacemos es atraer al temor en forma de lava
que imaginamos que va surgiendo debajo, al miedo al sentir nuestros pies que se
van calentando de más y que tan solo nos queda ir dando saltitos torpes y
cómicos para el resto porque las plantas de nuestros pies no soportan tan altas
temperaturas, que los fantasmas y los monstruos entonces no solo están detrás
del armario por las noches sino en todas partes, en los maniquís de los
escaparates, en el reflejo de las lentes del tipo desconocido que espera que el
semáforo cambie de color para seguir su
trayecto, en las pantallas de los ordenadores caseros o del trabajo, en el
interior de las papeleras esperando a que te acerques a que tires un papel y
agarrarte por la mano para zambullirte dentro a ese otro mundo que nos despierta
entre sudores, temblores por la noche porque creímos estar ahí. En cualquier
sitio que imaginamos que no están ahí están.
Se confirmo que cuando un día
ya habiendo pasado varias hojas del calendario, decidió quitarse la venda de los
ojos, volver a ver, a oler, a sentir, a tocar, a degustar con el paladar las cosas
hermosas que tenía a su alrededor, y que había abandonado en su mente, las
había cerrado en una cajita que ahora se disponía de nuevo a abrir, en aquella
misma cafetería horas antes de que saliese el tren, el avión o el barco. Se
encontró una mirada, y una fachada de color amarillo de fondo, un nuevo
billete, un nuevo viaje extraordinario, una nueva aventura, un nuevo andar sin
miedo. Hola me llamo… ¿Y tú quien eres?... Me puedo sentar aquí… Sonrisas…
Risas… Conocerse… Pagar la cuenta… Levantarse… E ir juntos a un lugar mejor.
Saludos y gracias
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