Me siento en el escalón más
bajo de las escaleras para ver el espectáculo, se siente raro verse y ver a
quien y lo que te rodea tan solo en blanco y negro, tan solo en blanco y negro.
Saco un paquete blando de tabaco, arrugado, saco un cigarro y lo enciendo. Fumo
porque soy yo quien lo está escribiendo, y por lo tanto yo decido si se puede o
no se puede fumar, si hay alguna ley que lo prohíba o no lo prohíba. De hecho
nada debería estar prohibido, ni matar, ni la tortura, tener fe en alcanzar un
estado de elevación en la conciencia de tal manera que no hiciese falta imponer
prohibiciones. Sí, creer en ese ser bípedo para construir un algo mejor, en ese
neandertal “evolucionado” que ha inventado las guerras, el fascismo, el hambre,
crisis, y otra serie de atrocidades terribles que dejan en entredicho su
confianza.
Pero volvamos al escalón, al
espectáculo que comenzará en breve, a resaltar con importancia que esto es
ficción e imaginación por lo tanto yo decido lo que pasa o deja de pasar,
incluso una nueva moralidad, más mejorada, menos sectaria, menos depravada,
menos carnívora, como si por ejemplo ahora la gente que se encuentra en el
local donde se va ofrecer en breves instantes el comienzo del espectáculo
decidiera desinhibirse de sus ataduras de pies, de manos, de mente, decidiera
cada uno con su pareja o incluso con el extraño de la mesa de al lado,
fornicar, follar, hacer el amor, quitarse la ropa y no temer a visualizar un
montón de penes y vaginas conocidas, desconocidas la mayoría haciendo y dejándose
hacer, descubriendo la libertad del placer, la libertad de sentir y ser
sentido, la libertad en una de sus infinitas variables.
Es hermoso encontrar la
belleza en algo que no se entiende, no se comprende, como aquel espectáculo,
que comienza, que abre el telón sin que haya tal, que recuerdo como me dices que tú no sientes ser
de tu país dentro de tus entrañas y como me preguntas con cierta extrañeza de
dónde eres. Tú eres del país de los erizos, y no busques ninguna analogía o
metáfora en ello porque no la hay, simplemente me pareció hermoso decir que vienes
de allí. Apoyas la cabeza en mi hombro mientras la música del espectáculo
suena, mientras fumo, mientras escribo y te pienso, te huelo, te siento, te
existo, y callo pero sé que cuando tú estás ya no hay más películas de terror,
ya no habrá más películas de terror, y todo esto para tan solo decirte algo tan
simple como que tu codo sobre mis labios cuando mis ojos se encuentran tapados
me recuerdan al principio de tus pechos.
Saludos y gracias
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