Olvidaste que te dijo que
nunca lo olvidases y te marchaste. Tú cogiste tus sandalias rojas y el lugar de
las puertas donde pone salida y él se quedó con las zapatillas de ir por casa
pasillo arriba pasillo abajo.
Tu mundo es un calco de un
lugar en blanco y negro con tonos rojos del mismo color que tienes pintados tus
labios. Un segundo más y descubriré que es mentira que en invierno siempre hace
frío. O al menos así lo decían tus manos cuando cogieron las mías en aquel
asterisco que pusiste detrás mi último punto y aparte. Que si me había pasado
toda una vida detrás de renglones que trataban de hacerme entender que la
causalidad no existe, tú estabas ahí para demostrarme lo contrario. Simplemente
supongo que olvidaste que te dije que me olvidases.
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