A y B estaban casados como los
orangutanes es decir sin ningún papel por medio que les uniera bajo ninguna ley
y con la decisión libre de autogestionarse las emociones y limpiarse las pulgas
el uno al otro. C y D seguían el mismo camino dado que D no era mucho de
crucifijos, altares y agua bendita, aunque a la hora de las últimas elecciones
voto al partido conservador el mismo que quitaba dinero público de la sanidad,
la educación para dárselo a la iglesia y sus esbirros, tal vez por eso y porque
C se le encaprichó y le amenazó con que ella y su lencería buscarían a otro,
acabó un domingo cualquiera con traje de marinerito y C vestida de blanco.
A y B les gustaba meterse mano
en público como si los años y la madurez no anduviesen con ellos, a las formas
y otras correcciones nunca les fueron demasiado fieles, y correr el riesgo
cuando A acompañaba a B para que se comprase ropa interior y antes de que
decidiese si esas braguitas les quitaría o no la etiqueta para siempre, en el
probador A y sus manejos orales incluyendo penetración indefinida convertía el
ir de compras en algo orgásmico tanto para A como para B.
En cambio C y D estaban
exultantes porque después de algún tiempo donde fueron muchas las rotaciones
que hizo la tierra habían descubierto que aparte del misionero y el colchón
flex de su dormitorio, la espuma del mar, su sal y otras posturas era como
subirse en una calavera adentrarse en el océano hasta hallar nuevos mundos por
descubrir, solo que esta vez sin dar con indios a los que explotar y compensar
dicha explotación con el diablo que es el termino genocidio.
A, B, C y D eran muy buenos
amigos, les gustaba ir juntos a ver películas a los centros comerciales, cenar
en restaurantes, ir a tomar copas, salir los domingos por la mañana en
bicicleta, jugar al parchís, y C
contarle a B que guardaba un secreto que ya no podía callar más y era que el
otro día había descubierto lo hermoso que es tener sexo con ella misma, estaba
tan excitada que B le preguntó cómo lo hacía, es decir si tenía algún truco de
magia para ello, como el que saca conejos de una chistera, y C cogiendo la mano
de B le quiso enseñar el método más allá de la teoría verbalizada, y aquello
resultó en un nuevo secreto la pasión escondida que cada vez con más frecuencia
encontraban B y C en cuartos oscuros y sus alrededores.
A y D que ya sea por
inocencia, por confianza o orgullo macho viril el cual le separaba una línea
tan tan fina de la estupidez que normalmente les hacía hacer estragos cuando abrían
la boca y otras cosas, no sospechaban nada de los secretos que se llevaban
entre manos B y C, A se sorprendió un día entre semana cuando C apareció por
casa con lagrimas en los ojos, al borde de un ataque de nervios preguntando por
B y que necesitaba hablar con ella, y A respondiéndole que estaba de viaje por
unos días, se ofreció a ayudarla, y la ayuda acabó con unos gin tonics de más,
unos achuchones, y C no tener remordimientos cuando acabó debajo de A porque
ese mismo día tenía serías dudas de que D le engañaba y lo que tenía con B al
fin y al cabo era un secreto de chicas y nada más.
Las sospechas de C tenían
buenos fundamentos, solo que para resolver el caso tendría que haber averiguado
que desde hacía un tiempo y con intermitencias de muy de vez en cuando B y D
coincidían en sus viajes de “negocios”, en habitaciones de hotel, de moteles de
carretera y todo empezó como empiezan esas cosas que nunca se saben y se
recuerdan porque una vez comenzaron realmente.
Y para poner la guinda a este
embrollo de las cuatro primeras letras del abecedario un día que A y D se
pusieron a filosofar de la vida, decidieron practicar cierta filosofía griega
antigua que consistía en salir del armario y llegaron a la conclusión que no
sabían con seguridad si era más o menos razonable, pero que era totalmente más
práctico, hacer como los orangutanes vivir sin normas ni prejuicios jugar al
juego sin ningún tipo de reglas.
La siguiente cena que tuvieron
los cuatro es decir A, B, C y D todos ellos se encontraban bajo el bisturí y
cirugía implacable de la vergüenza, no se podían mirar a los ojos y nadie sabía
que decir o con que mazo romper el hielo, esta vez había que golpear muy bien,
mientras C pensaba que bien le sentiría para aliviar tensiones tener sexo allí
mismo con ella misma y B cruzando miradas con A y D vislumbro una pintura de
cuatro cuerpos desnudos dentro de un enorme cuenco lleno de frutas.
Lo bueno del sexo es que...cuando se hace a escondidas...cuando nadie sospecha nada, cuando es un secreto... es muchísimo más rico...ver a ese personaje, que te ha comido el coño, tan circunspecto en una conferencia episcopal...ese morbo no tiene precio...
ResponderEliminarsaludito.