Hay mañanas que uno se asoma a
la ventana y tiene la sensación como si los árboles tuvieran algo que decir,
pero que el asfalto o las reglas de la ciudad no se lo permitiesen, atándoles
con una cuerda a una maldición llamada silencio. De la misma manera que esas
mañanas que uno cree que si no aprendemos a flotar como si estuviésemos en el
espacio, pronto caerán asteroides y lo harán todo añicos. O simplemente
quitarán el envoltorio y nos mostrarán las ruinas en las cuales sobrevivimos.
Ahí andamos bajo el supuesto
sueño que trajeron desde el otro lado del Atlántico envuelto en filosofía de
hamburguesa de Mc Donalds, y nos lo creímos sin preguntarnos a donde nos llevaría,
lo aceptamos sin regañadientes, lo único que sé es que desde entonces ya nadie
flota, todos somos como la manzana de Newton.
Tal vez, son estos momentos en
los que pienso que afortunados son aquellos con los que tienen alguien con
quien compartir las cosas que les hace sentir bien, cuando se tiene un buen día,
una noticia agradable, o simplemente se levantaron dichosos al girarse en la
cama y decir ese buenos días en el cual redescubres viendo los ojos de la
persona que tienes al lado que fácil es todo, y que no todo consiste en tener y
comprar cosas, sino en ser parte de ellas.
¿Y si para flotar tan solo se
trata de volver a nuestro origen natural? Quitarnos de encima este maldito
disfraz y caminar hacia lo salvaje, como aquellos caballos que trotan por las
llanuras sin que nadie les encierre luego en establos, y se sienten libres
porque comparten su libertad en manada, no me creo aquellas historias que dicen
que hubo un tipo que fue feliz y se sintió libre viviendo como un Robinson Crusoe
perdido en una isla, no sé tal vez es que simplemente supongo que esas dos
fuentes de energías esenciales para disfrutar el tiempo que estemos aquí, tan
solo son posibles si se comparten.
Y ahora pienso como quien está
seguro de algo, que la noche que vuelvas, te abra la puerta, dejes tu abrigo,
te quites casi toda la ropa menos tus braguitas para ponerte mi camisa a
cuadros encima, aceptes la taza de té, te cuente historias como estas u otras
que me gusta inventarme entre otras cosas porque te gusta escucharlas, que
entonces volveré a flotar y los asteroides no caerán.
Saludos y gracias
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