Ya he llegado a casa, no me
han contado lo que vendrá después, en que centro comercial comenzará la próxima
exposición de seres góticos. Todo está patas arriba desde que te mudaste y te
fuiste con aquel animal italiano que te engañó con su salsa boloñesa y el viejo
truco de deshojar tus margaritas y que saliera afirmativo.
Dicen que el tiempo ayuda en
estas situaciones, no me lo creo, creo que es una conspiración para olvidarte
en algún lugar nada neutral donde exista para siempre, y si me obligan a apretar
ese botón, escojo coger las cuchillas de afeitar y cortar esa nueva naturaleza,
arrancar los tentáculos que no me dejen acercarme a ti.
Dar vueltas en la cama y
escuchar las carcajadas de la exposición de los seres barrocos del centro
comercial, como si se pusiera a bailar delante de mí tu pijama de seda
enfundado en una sombra, no hay peor holograma que tú siendo nada, polvo que se
lleva una simple sacudida del viento y acaba aliñando pasta italiana.
Con el tiempo, con el paso de
los días me metí en una de esas exposiciones de seres extraterrestres que había
en el centro comercial, y en una de sus cabinas teletransportacion al pasado,
cuatro años atrás, ponerme los viejos vaqueros que una vez me hiciste tirar
porque decías que tenían demasiados agujeros y salir a la calle a ver que se
contaban las luciérnagas.
Allí apareciste con el pelo cortado, uñas pintadas
de color café, la misma ropa que guardabas entre bolas de naftalina, viniste
para decirme: dentro de cuatro años cometeré un gran error, no espero que me
perdones, pero que sepas que jamás me arrepentiré tanto de algo. Era uno de
esos momentos que te hubiera subido encima de un tejado para crear agujeros
gusanos con ondas sónicas.
Saludos y gracias
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