El calendario pasa como las hormiguitas que hacía caminar por tu espalda,
tinteros sin pluma, pupitres raídos y carcomidos por el paso del tiempo y el
olvido, aulas vacías, tiza en la pared, y las pizarras colgadas boca abajo, plaga
de cucarachas que salen de sus escondites dirigiéndose a los pasillos a la hora
del recreo, igual que hacíamos tú y yo, aquel bocadillo de salami que compartías
conmigo, un refresco de la maquina que aceptaba monedas, e intentar aparte de
entender ecuaciones matemáticas en espiral y porque la historia tan solo
mostraba la estupidez del ser humano, los elementos químicos que hacían que no
pudiera apartar la mirada de tus piernas cuando llevabas las faldas de verano.
Me he acercado hasta los
retrates, a ver si todavía estaba el corazón que dibuje con tu nombre y el mío
dentro, siguen oliendo igual de mal que antes, solo que ahora en vez de orín es
a oxido enmohecido, y recuerdo como nos escondíamos aquí para fumarnos nuestros
primeros cigarros y hacer pellas de las clases aburridas de ese tipo con cejas
anchas que nos quería explicar el origen y el porqué de las catástrofes naturales,
cuando tú y yo lo teníamos muy claro, teníamos nuestra propia teoría y no necesitábamos
ningún libro que nos contradijese y no nos diese la razón.
Esa sensación terrible de
creer que se llega tarde para agradecer aquellos tiempos, y todo lo que
aprendimos dentro y fuera de las clases, ya no queda rastro de aquello, pocas
huellas sobreviven a lo que fue, tan solo encontré las heridas de lo que sucedió
hace unos meses, ajustes en el presupuesto estatal, y como aplicaron los
códigos de represión contra posibles focos de ideas revolucionarias que se
estaban saltando las leyes y normas de su programa educacional, gases, pelotas
de goma, balas de agua, algunos detenidos, caza de brujas, brechas en la
cabeza, en las ideologías, en las ilusiones, y un instituto más desalojado, otro
que tachaban de su maldita lista.
Saludos y gracias
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