LAS 9.33. P.M.



El reloj marca las 9.33 P.M. alguien habla en el telediario de la luna y yo me imagino que hay Gnomos mágicos que la construyen poco a poco, por eso a veces es una manzana y otras un trozo de sandia, ya se me pasaron esos diez minutos que tengo todos los días de hacer el macuto y dejarlo todo. Vienes puntual, mientras cuento las baldosas de la plaza mayor, llevas abrigo gris, sonrisa para corregir la tristeza del mundo, falda con medias negras, todavía recuerdo como me dices que las señales las inventó el viento.

Las agujas marcan las 9.33 P.M. Y si no voy y no me enredo en tus cabellos, y si no vienes y no sé qué hacer, un vagabundo me recuerda que el mundo no lo pone fácil, esa sensación de vértigo que dura todos los días diez minutos, esa autopista que me imagino que hay desde la punta de tus pies hasta tus labios, descalza corriendo mientras cuento sirenas al borde del mar, y las olas chocan contra las rocas, tú te acercas, vienes, llegas, pedaleando en la bicicleta, lo que un día fue el futuro.

Son las 9.33 P.M. Sabes que aunque nos mojemos un poco no nos hará mal, las gotas se pegan a los cristales de las ventanas formando ríos, los paraguas de la gente me recuerdan que ocultan algo, y tu océano queda tan lejos que no son suficiente esos diez minutos diarios para llegar hasta él, cuando finalmente me alcances con tu vestido color cereza antes habré contado los pasos que te faltan, entonces me dirás hagamos el amor en la habitación, lo que no me esperaba es que me nombrases la misma habitación, a la misma hora, como sucedió hace dos años y aún seguimos esperando.

Saludos y gracias


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