El
cuerpo se pegaba al asfalto, atracción, imán del sudor, afuera no se podía
estar, cuarenta grados a la sombra y la maldita humedad exprimiendo a las
naranjas y sacando su liquido, y lo que no son naranjas, las noches resultaban
pastosas, difícil de digerir, altos hornos entre las sabanas empapadas, a lo
mejor por eso Javier se levantó pasado de horas, se había saltado las reglas pre
establecidas de antemano, la guerra preventiva esta vez había fracasado, ya se
imaginaba a los soldados rasos de los marines buscándolo por desertor entre los
campos de opio del triángulo de oro, y fue allí cuando abrió los ojos, vio la
hora que marcaban las manillas del despertador cuando volvió a la realidad de
su cuarto abandonando el infierno de la guerra.
Era fin de semana, el plan se atisbaba
sencillo, fácil de cumplir, los padres de su amigo Alberto habían sido cautivados por una de esas
ofertas que te llevaban durante unos días a algunos estados que antiguamente
formaron parte del Imperio Persa, con su bus turístico incluido y su ritmo
cardiaco de visitas a los lugares detectados como turísticamente más
atractivos, manipulando de tal forma la belleza de muchos de esos lugares, así
que la idea era pasar en la casa de campo de los padres de Alberto aquel fin de
semana, él su amigo, y unas cuantas personas más.
No pudo evitarlo, pero antes
de salir, abrió la tapa dura de su portátil con el logotipo de alguna gran
compañía que seguramente estaría manchada como todas ellas en asuntos turbios
que hacen de este mundo un lugar de mierda, el sistema se ponía en marcha, se
ponía su mejor traje para circular por la red, por aquel mundo virtual que poco
a poco nos estaba colonizando, o al revés, buscó en Facebook durante unos
veinte minutos noticias de ella mientras se entretenía con los mensajes, bromas
e imágenes de otra gente o páginas que le había dado el me gusta, nada, seguía
sin saber nada de ella, cogió las llaves del coche, la mochila, cerró la puerta
con llave y se fue de fin de semana.
El olor a embutido que salía
por la barbacoa, unos cuantos que tal como va la cosa, muchos muy bien, besos a
ellas, la mano a ellos, gafas de sol, biquinis, bermudas de colores, un abrazo
con Alberto, latas de cerveza dentro del frigorífico que se encontraba en la
parte de abajo del chalet, serpientes cercando el circulo imaginario, palabras
que iban cruzando el cielo y se cogían al azar, estalactitas del ingenio que
algunas se rompían en dos y otras brillaban por su lucidez, brindis como excusa
para beber, juegos de cartas, salsas varias para las hamburguesas, cigarros que
relevaban a otros cigarros, y Dios con un bikini azul y melena de color
azabache caminando descalzo alrededor de la piscina.
Continuará...
El finde pinta bien.... la intriga final da ganas del próximo
ResponderEliminarUn abrazo