LA GRAMOLA

La Gramola escupe música, y recuerdas que te gustaba cuando me disfrazaba con mi americana blanca, iba al casino a apostar lo que hasta en ese momento había conseguido en la vida, y tú repartías las cartas con tu vestido negro, el pelo recogido, esa mirada que me invitaba a conocer lo que se escondía entre bambalinas. Siempre, siempre, había una revolución cociéndose que nunca acababa de funcionar. 

Entre sabanas recién puestas, y usadas, el olor que desprendía tu melena, me hablabas de las causas y motivos de la resistencia que defendías. También te iba descubriendo poco a poco, como cuando me contabas que cuando fuiste niña durante mucho tiempo tu único espejo era un viejo barreño lleno de agua. Que hay cosas que jamás podrá quemar el fuego, como el día que le cosieron a balazos hasta despojarle de este mundo al primer hombre que te enseñó porque merece la pena tanto amar y ser amado. 

Y la gramola sigue haciéndonos soñar con cebollas gigantes, capas y más capas para ir destapando, que llega un momento que al final hay que acabar tomando partido por un bando, que el mundo siempre ha estado divido entre buenos y malos, y no se puede seguir permitiendo que sigan ganando estos últimos, que estás cansada de ver como los días se despiertan opacos y grises, quizás sea la hora de que me vaya, o acabaré perdiendo el vuelo, pero que no estaría de más que algún día me decida, porque es difícil sobrevivirnos a la distancia, aunque los dos sepamos mientras apuras las últimas caladas del cigarro, que siempre que vuelva a Shanghái me estarás esperando. 

Saludos y gracias

No hay comentarios:

Publicar un comentario