Creo que caminabas descalza por el parque, no lo sé, no estoy seguro, son tantas cosas las que se lleva el olvido, que cuesta rescatarlas todas.
Creo que era una noche de Abril, uno de esos días que se nos regalan de nuevo todas las primaveras que nos dejamos atrás.
Creo que no me conocías, por eso me presenté como si fuera un extraño, no te importó devolverme el saludo.
Creo que luego dejamos pasar el tiempo, mucho tiempo, algo así como un año, en todo ese periodo nos dio tiempo a soplar velas que arrastraban deseos, un año más tras doce campanadas, y volver a dejar de saber quién éramos entre nosotros dos.
Creo que juraría que volvimos de nuevo a ese mismo día de Abril, de nuevo sentir que recuperábamos lo que perdimos.
Creo que fue la misma mirada la que compusiste cuando me presenté igual que un forastero, lo primero que hice fue preguntarte por tus zapatos.
Creo que acabamos en la misma cervecería con terraza asomando al noroeste, cerca del río que dividía en dos a la ciudad.
Creo que mientras jugábamos a resistir esas cosas que a veces complican el día a día, otro año ni uno más ni uno menos se esfumó entre nuestras manos, volvimos a descartarnos, a acelerar el proceso de olvidar quien fuimos aquel día que descalza por el parque ese desconocido se te acercó y te convidó a si te podía copiar, así fue como perdí los zapatos que luego más tarde nunca fui capaz de explicar porque no los encontraba en su sitio de siempre.
Creo que una vez más al llegar ese día de Abril, al despertarme dejé de fijarme en la fecha que ponía en el periódico, y tuve la sensación de volver hacia atrás cuando te saludé sin que supieras quien era y te pregunté si el mundo es más fácil cuando uno camina descalzo sobre él.
Creo que me dijiste allí, mientras saboreábamos la malta con el río tan cerca de nosotros, que necesitamos algo, algo, una fotografía, un amuleto, una señal, que nos obligue a acordarnos de los mejores momentos que a veces la memoria envejece demasiado deprisa.
Creo que antes de despedirnos sentimos que ese día no nos importaría que se repitiera eternamente, y que entre nosotros surgió un hilo conductor difícil de cortar por la mitad.
Creo que ha sido al llegar hoy cuando al abrir el mail y encontrarme un Tulipán Blanco sin remitente alguno, he sabido quien eras y de qué color llevabas pintadas las uñas de tus pies. Tan solo me hubiera gustado poder haber respondido: “Abril no queda tan lejos”.
P.D.: En homenaje a un capítulo de Fringe que se llama “Tulipán Blanco”
Saludos y gracias
Creo que era una noche de Abril, uno de esos días que se nos regalan de nuevo todas las primaveras que nos dejamos atrás.
Creo que no me conocías, por eso me presenté como si fuera un extraño, no te importó devolverme el saludo.
Creo que luego dejamos pasar el tiempo, mucho tiempo, algo así como un año, en todo ese periodo nos dio tiempo a soplar velas que arrastraban deseos, un año más tras doce campanadas, y volver a dejar de saber quién éramos entre nosotros dos.
Creo que juraría que volvimos de nuevo a ese mismo día de Abril, de nuevo sentir que recuperábamos lo que perdimos.
Creo que fue la misma mirada la que compusiste cuando me presenté igual que un forastero, lo primero que hice fue preguntarte por tus zapatos.
Creo que acabamos en la misma cervecería con terraza asomando al noroeste, cerca del río que dividía en dos a la ciudad.
Creo que mientras jugábamos a resistir esas cosas que a veces complican el día a día, otro año ni uno más ni uno menos se esfumó entre nuestras manos, volvimos a descartarnos, a acelerar el proceso de olvidar quien fuimos aquel día que descalza por el parque ese desconocido se te acercó y te convidó a si te podía copiar, así fue como perdí los zapatos que luego más tarde nunca fui capaz de explicar porque no los encontraba en su sitio de siempre.
Creo que una vez más al llegar ese día de Abril, al despertarme dejé de fijarme en la fecha que ponía en el periódico, y tuve la sensación de volver hacia atrás cuando te saludé sin que supieras quien era y te pregunté si el mundo es más fácil cuando uno camina descalzo sobre él.
Creo que me dijiste allí, mientras saboreábamos la malta con el río tan cerca de nosotros, que necesitamos algo, algo, una fotografía, un amuleto, una señal, que nos obligue a acordarnos de los mejores momentos que a veces la memoria envejece demasiado deprisa.
Creo que antes de despedirnos sentimos que ese día no nos importaría que se repitiera eternamente, y que entre nosotros surgió un hilo conductor difícil de cortar por la mitad.
Creo que ha sido al llegar hoy cuando al abrir el mail y encontrarme un Tulipán Blanco sin remitente alguno, he sabido quien eras y de qué color llevabas pintadas las uñas de tus pies. Tan solo me hubiera gustado poder haber respondido: “Abril no queda tan lejos”.
P.D.: En homenaje a un capítulo de Fringe que se llama “Tulipán Blanco”
Saludos y gracias
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