¿Sabes? Me lo enseñaron Fújur y Atreyu, Peter Pan y Campanilla, Alicia y el Sombrerero, el vuelo de una paloma en busca de la paz olvidada, cuando la gente salió hace unos años a la calle a decir basta por la maldita e injusta guerra de Irak. Cuando un niño recién nacido sonríe y cree dentro de su dulce inocencia que la vida es igual que caminar en sueños.
Me lo enseñaron dos amantes con su beso en un banco de un parque cualquiera. Cogidos de la mano y sonriendo mientras la gente les miraba con extrañeza, con esa envidia de no saber realmente que se envidia.
Me lo enseñaron a su manera, dejándome pistas por el camino, para que no me pasará lo que una vez le paso a ellos, que los ojos me sangraran para siempre, desde el momento que te chocas contra el muro, ese muro intangible llamado realidad.
Me lo enseño el mundo de Tolkie, sus ríos de tinta, y sus diminutos y pequeños Hobbits. Allí atravesando la Tierra Media por sus caminos más oscuros, y también por los más hermosos, sin darse la vuelta jamás, sin retroceder ni un ápice, siempre hacía adelante, para empujar el muro contra el fuego del destino y no tener que volver a sangrar por los ojos nunca jamás.
Me lo enseñaron y yo creía que algo había aprendido, tan solo intente empujar el muro como ellos hicieron a su manera, o encontrar la forma de dar con un mundo mejor, ya sea a través de una madriguera, o volando con polvos mágicos.
Hasta el momento, en el cual te das cuenta que no es tan fácil como te pensabas, y que traspasarlo manteniendo un pulso firme contra él, es igual a emprender el camino hacía una derrota inequívoca. Así de la noche a la mañana, sin posibles replicas, sin segundas oportunidades, te lo anuncian: A la puta calle, sin derecho a paro y sin ningún tipo de indemnización.
Y entonces el muro no solo te impide traspasarlo, sino que te atrapa y te corta las alas con las que tenías pensado volar a otro lugar muy lejos de esa maldita realidad. Es entonces cuando descubres en primera persona el dolor de lo injusto clavado como un aguijón venenoso dentro de ti, y que lo único que quieres en ese momento es cruzar la puerta de cristal para alejarte lo más posible de ese maldito muro, de esa maldita pesadilla.
Hasta que descubres que tarde o temprano tienes que volver al borde de ese muro, y escupir el veneno que llevas dentro, y conseguir que los ojos dejen de sangrar porque resulta imposible vivir soportando un dolor tan intangible, tan frío, tan dilapidador, tan injusto.
¿Sabes? Lo que realmente me enseñaron esos amantes casi perfectos, ese niño con su sonrisa inocente, Atreyu y compañía, todas esas personas que casi descubrieron que el camino para un mundo mejor está en caminar todos juntos cogidos de la mano en una misma dirección. Si cada uno va por separado tan solo hacemos que chocarnos una y otra vez contra ese maldito muro llamado realidad.
¿Sabes? Lo que realmente me enseñaron es que si se quiere se puede traspasar ese muro, y no, quizás no en un enfrentamiento directo contra él. Si no creyendo que se puede vivir en sueños, volver a sentirse como un niño inocente, y volver a sonreír como quizás una vez nosotros sonreímos, pero que ya olvidamos.
Eso es lo que voy hacer recuperar esa sonrisa, y con ella empezar a caminar lejos, muy lejos del muro, y acercarme cada vez lo más posible a mi mundo de fantasías y sueños, y quiero que sepas que si quieres puedes venir conmigo. Sería un honor enseñarte a vivir en sueños, quizás así a mi lado tú también acabes encontrando de nuevo los tuyos, esos que tuviste una vez cuando fuiste pequeña y sonreíste por primera vez a la vida.
P.D: Gracias otra vez por estar ahí. Sin vuestras muestras de apoyo no sé si esta vez hubiera podido volver a tener ganas de levantarme una vez más. Porque esta vez aunque me tiraron al suelo, pienso volverme a poner en pie. Porque para que nos caemos, para aprender a levantarnos.
Saludos y gracias
Me lo enseñaron dos amantes con su beso en un banco de un parque cualquiera. Cogidos de la mano y sonriendo mientras la gente les miraba con extrañeza, con esa envidia de no saber realmente que se envidia.
Me lo enseñaron a su manera, dejándome pistas por el camino, para que no me pasará lo que una vez le paso a ellos, que los ojos me sangraran para siempre, desde el momento que te chocas contra el muro, ese muro intangible llamado realidad.
Me lo enseño el mundo de Tolkie, sus ríos de tinta, y sus diminutos y pequeños Hobbits. Allí atravesando la Tierra Media por sus caminos más oscuros, y también por los más hermosos, sin darse la vuelta jamás, sin retroceder ni un ápice, siempre hacía adelante, para empujar el muro contra el fuego del destino y no tener que volver a sangrar por los ojos nunca jamás.
Me lo enseñaron y yo creía que algo había aprendido, tan solo intente empujar el muro como ellos hicieron a su manera, o encontrar la forma de dar con un mundo mejor, ya sea a través de una madriguera, o volando con polvos mágicos.
Hasta el momento, en el cual te das cuenta que no es tan fácil como te pensabas, y que traspasarlo manteniendo un pulso firme contra él, es igual a emprender el camino hacía una derrota inequívoca. Así de la noche a la mañana, sin posibles replicas, sin segundas oportunidades, te lo anuncian: A la puta calle, sin derecho a paro y sin ningún tipo de indemnización.
Y entonces el muro no solo te impide traspasarlo, sino que te atrapa y te corta las alas con las que tenías pensado volar a otro lugar muy lejos de esa maldita realidad. Es entonces cuando descubres en primera persona el dolor de lo injusto clavado como un aguijón venenoso dentro de ti, y que lo único que quieres en ese momento es cruzar la puerta de cristal para alejarte lo más posible de ese maldito muro, de esa maldita pesadilla.
Hasta que descubres que tarde o temprano tienes que volver al borde de ese muro, y escupir el veneno que llevas dentro, y conseguir que los ojos dejen de sangrar porque resulta imposible vivir soportando un dolor tan intangible, tan frío, tan dilapidador, tan injusto.
¿Sabes? Lo que realmente me enseñaron esos amantes casi perfectos, ese niño con su sonrisa inocente, Atreyu y compañía, todas esas personas que casi descubrieron que el camino para un mundo mejor está en caminar todos juntos cogidos de la mano en una misma dirección. Si cada uno va por separado tan solo hacemos que chocarnos una y otra vez contra ese maldito muro llamado realidad.
¿Sabes? Lo que realmente me enseñaron es que si se quiere se puede traspasar ese muro, y no, quizás no en un enfrentamiento directo contra él. Si no creyendo que se puede vivir en sueños, volver a sentirse como un niño inocente, y volver a sonreír como quizás una vez nosotros sonreímos, pero que ya olvidamos.
Eso es lo que voy hacer recuperar esa sonrisa, y con ella empezar a caminar lejos, muy lejos del muro, y acercarme cada vez lo más posible a mi mundo de fantasías y sueños, y quiero que sepas que si quieres puedes venir conmigo. Sería un honor enseñarte a vivir en sueños, quizás así a mi lado tú también acabes encontrando de nuevo los tuyos, esos que tuviste una vez cuando fuiste pequeña y sonreíste por primera vez a la vida.
P.D: Gracias otra vez por estar ahí. Sin vuestras muestras de apoyo no sé si esta vez hubiera podido volver a tener ganas de levantarme una vez más. Porque esta vez aunque me tiraron al suelo, pienso volverme a poner en pie. Porque para que nos caemos, para aprender a levantarnos.
Saludos y gracias
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