DOS CAMAS



Se conocieron en una cervecería. Ella iba con sus amigas, él iba con sus amigos. Hablaron lo justo para saber que se podían dar una segunda oportunidad y se pasaron los números de teléfono. Volvieron a quedar y la cosa funciono, y eso les llevo a una tercera, cuarta, quinta, sexta cita. Más las que luego siguieron que hicieron que perdiera la cuenta. Ella era muy independiente, a él no le importaba la soledad. Encajaron muy bien, disfrutaban cuando estaban juntos, y se veían lo justo, sin sobredosis, sin excesos. Él le presento sus amigos, y ella le presento sus amigas, y la cosa parecía que cuajaba, que empezaba a ir en serio.

A la hora del sexo la cosa también iba viento en popa, se acostumbraron a sus cuerpos desnudos, se acomodaban y se sabían dar placer. Cada uno conoció los placeres ocultos del otro, y cada vez que volvían a practicar juntos el sexo era como volverse a reencontrar el uno en el otro. Pero había un pequeño detalle, que producía que todo esto no fuera perfecto. Ella nunca quería quedarse a dormir con él. Siempre que acababan y llegaba la hora de dormir o ella se marchaba de casa de él, o él se tenía que marchar de casa de ella. Mira que él lo intentaba, se le agotaban las estrategias y las ideas originales a seguir. Pero nunca se enfadaba, la entendía, era su decisión y por lo tanto había que respetarla.

Hasta que al final, un día como otro cualquiera, él sin ninguna ilusión le dijo “Porque no te quedas a dormir, ya sé que me vas a decir que no. Pero lo tenía que intentar”. Sorprendentemente, sin saber porque designio casual ella le respondió “Vale. ¿Tienes alguna camisa para dejarme?”. Ahora hay que detallar, que no todo estaba conseguido. Porque lo que no habíamos dicho es que el único motivo por el cual ella no quería dormir con él, era porque decía que no estaba acostumbrada a compartir la cama con nadie y que cuando alguna vez en el pasado se vio obligada a hacerlo era algo que le incomodaba demasiado. Así que aunque él consiguió que ella se quedara a dormir en su casa, no fue en la misma cama, sino en una segunda cama, o mejor dicho en la habitación de invitados. Así que a la mañana siguiente y cumpliendo parte de los deseos de ella, y en contra de todo lo que él hubiera deseado hacer. Él actuó como si ella no estuviera, ni buenos días, ni que tal estas. Algo que mira por donde a ella le descoloco, no se sintió comoda que no le diera un beso de buenos días, o un algo, no sé, un acabo de dormir en tu casa, vamos a celebrarlo en pequeñas dosis, pero celebrémoslo.

Así que pasaron los días, casi una semana sin quedar por circunstancias ajenas a su voluntad. Él volvió a recordar viejos tiempos con sus amigos, que sin quererlo evitar del todo los había dejado un tanto de lado, y ella hizo lo propio con sus amigas. Cuando se volvieron a encontrar esta vez para ir al cine y luego a cenar, pero poco más que ella al día siguiente tenía que madrugar. “Porque el otro día no me dijiste nada en toda la mañana” “Porque no te quería molestar” le respondió él mientras estaban ya terminando de cenar. Cada uno a su casa después de la cena pero lo cierto es que a ella le hubiera gustado al menos haberse acostado con él, pero no podía ser mañana tenía que trabajar. ¿Qué me pasaba se preguntaba? Yo que siempre he controlado hasta el milímetro mis emociones, ahora siento cosas que no sé comprender, y deseo suspender y aplazar mis responsabilidades que tan a rajatabla siempre he llevado.

Llego el fin de semana y volvieron a encontrarse, hasta que al final acabaron en casa de él. Y practicaron el sexo durante horas, hasta que llego la hora de la despedida y él como siempre para no perder la costumbre le dijo “Te puedo dejar la camisa del otro día, o si prefieres te puedo llamar a un taxi”. “Mejor la camisa” le dijo ella. Volvió a quedarse a dormir en casa de él, otra vez en la habitación de invitados, solo que esta vez a la mañana siguiente él le sorprendió con el desayuno preparado, una sonrisa y un beso de buenos días. A ella le encanto, y al final como toda buena costumbre se convirtió en rutina. Así que desde entonces cuando acababan en casa de él que cada vez era la mayoría de veces de sus encuentros ella automáticamente se quedaba a dormir en casa de él pero en la habitación de invitados. Quizás os estéis preguntando ya sabemos ella como se siente o al menos podemos suponerlo, pero y él. Él estaba encantado de que ella se quedará en su casa, claro que por supuesto lo ideal sería que durmieran en la misma cama, pero había aprendido a no precipitarse y que las cosas fueran cayendo por su propio peso.

Hasta que una mañana mientras él estaba en su cama despierto leyendo un libro, y ella estaba en la cama de al lado, se supone que durmiendo. Porque normalmente cuando se levantaba a las dos horas después de desayunar y unos cuantos etc... a no más tardar se marchaba y hasta la próxima. Abrió la puerta de la habitación de él y le dijo “Puedo” “Adelante” y ella que acababa de entrar sin más ropa que unas blancas braguitas se metió en la cama. Acostándose de lado pero de espaldas a él, le cogió la mano y la paso por encima de su cuerpo para que la abrazara. Y en ese instante le encanto sentir el calor de su cuerpo. Entonces al cabo de un momento, mientras intentaba asimilar y disfrutar todo lo que estaba sucediendo él le pregunto con un cierto temor en las palabras “¿Y esto a que viene?” “Creo que me acabo de dar cuenta de que te quiero” le dijo ella.

Fue la primera vez que se lo dijo, pero no la última. Esa mañana se rompieron todas las reglas, durmieron juntos, pasaron todo el día en la cama, durmiendo, haciendo el amor, comiendo, riendo, en definitiva dándose cuenta mutuamente que estaban enamorados el uno del otro.

Saludos y gracias

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