No sabía cuántos años tenía.
Supongo que no importa... sólo sentía la alegría de lo que se había convertido la
costumbre cotidiana de no hacer nada y únicamente quedarse desnudos anudados a
las sabanas. ¿A qué te dedicas? Y una sonrisa amagaba la respuesta acabando en
tangente, brotó entre ellos los experimentos del deseo implícito en lo
desconocido, sin saber si habría alguna lógica en lo infinito de una monotonía
que su origen derivó de una bruja cuando le pidieron una noche de verano que les
leyese las líneas de sus manos. Lo mejor para los golpes un caparazón de
tortuga como el que construyeron. Un hogar sin toldos para permitir que entrase
la lluvia y los rayos del sol.
¿Qué pensará ella ahora que el
desove de las tortugas de las playas de Costa Rica ha sido interrumpido por la
ociosidad de unas cámaras fotográficas de una multitud de turistas que han
desvirtuado el ciclo natural?
Desde entonces todos los
pensamientos hermosos se han ido muy lejos...
Saludos y gracias
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