No había ningún escaparate
bueno.
Todas las calles doblaban a la
izquierda. Imagina en que pensaba a quien diseño esa ciudad que podías cubrir
con un vaso de whisky poniéndolo boca abajo. Todas las mañanas al levantarte
medio adormilada preguntabas lo mismo: ¿Ya es la hora, no podría ser que por
una vez se ha equivocado la arena del reloj con sus prisas y todavía queda más
tiempo?. Entonces era tu mano tirando de mí escondiéndome junto a ti debajo de
las sabanas.
Tengo que descubrir algún día
si hay playas en Japón y para eso tengo que ir ahí para verlo.
Sujetabas los palillos con tus
dedos finos y jugabas con los granos de arroz creando la arquitectura
sostenible de futuros haikus. Diseñabas bonsáis de color azul, los dejabas
encima de la mesa cuando sabías que llegaría a verlos cuando tú no estuvieses y
los rodeabas con una frase: Si permitiésemos que se los llevase el silencio o
que muriesen sería como si te murieses encima de mis pechos pidiendo auxilio y
yo no llegase a tiempo para socorrerte.
Nunca podrás decirme que te he
olvidado o que me has olvidado.
Saludos y gracias
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