Quisieron envejecer juntos,
llegar hasta el final del trayecto, cuando los barcos zarpan y nunca vuelven,
porque hay un punto donde la tierra deja de ser redonda y se estira hasta el
infinito.
Conocer las arrugas del otro,
tocarlas, acariciarlas, estirarlas, cuidarlas, mimarlas, hablarlas, y encontrar
en ellas las historias de una vida en común, del poco esfuerzo que les costó
mantener el equilibrio y seguir al lado, dándole la vuelta a los reveses, y
quedándose con los detalles de esos momentos que disfrutaron y que continuaron
manteniendo hasta el último suspiro, mirando siempre hacía adelante, sin volver
la cabeza hacia atrás, abrazar sus cuerpos desnudos llenos de arrugas hasta ese
instante en el cual cerraron los ojos para un largo sueño, acabar viviendo
dentro de la noche, y cuando les pusieron a cada uno en un diferente ataúd de
madera, que luego enterraron en el mismo lugar debajo de la tierra, se quedaron
a la espera de un largo letargo, hasta que volviesen a despertar mucho tiempo
después, tanto que incluso tendrían que esperar a que se sucediese otra era de los
dinosaurios, pero cuando amaneciesen de nuevo, lo primero que verían sería el uno
al otro.
Saludos y gracias
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