Ella corrió detrás de él. Él
corrió detrás de ella. Qué más da. Ambos corrieron. Querían besarse con los
labios pegados primero, después con la lengua. Querían acariciarse con ropa
primero, después sin ropa. Sin que se lo impidiesen que mañana desahuciasen el
edifico entero. Que en poco tiempo después el barrio de siempre tan solo fuesen
viejos edificios vacios. Que en la plaza del ayuntamiento tan solo se aceptase
aglomeraciones porque el equipo de fútbol había ganado algún título o se
paseasen las reinas de las fiestas locales.
Corrieron uno detrás del otro
y el otro detrás del uno y luego juntos. Sin necesitar una meta. Un ganador.
Corrieron porque así tenían un modo de estar juntos. Sin importarles que mañana
quisieran darles las pastillas que les daban todos los días para atontarles.
Sin importarles que en el psiquiátrico (la gran ciudad) no se hubiesen restaurado
las viejas fachadas en unos cuantos años. Sin que les quitase el sueño que los
enajenados eran los cuerdos que decidían las normas y se inventaban golpes de
estado para mantenerse en el poder.
Movieron las piernas sin
pensar donde ir. Simplemente un día empezaron. Y no buscaban ningún lugar en
concreto porque habían vuelto a despertar y tenían más de una vida juntos para
descubrirlo.
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