DE DOBLES Y ESCAPAR DE UNA CIUDAD



Me asome donde me asome veo dobles de personas que conozco. Cruzando una calle. Un maniquí de un escaparate. Acercándome a la ventana con el pitillo y el café de buenos días. Esperando en un semáforo. Entrando en alguna tienda o restaurante o pub. En la cara de algún disco que acaba en mis manos por azar. En las imágenes que me encuentro en los libros que hablan de leones o los que muestran demonios y se van de safari para cazar.

Todas las ciudades me parecen iguales. Pero tú no. Por eso no encuentro tu doble. La otra vía de escape por si el plan principal sigue sumergido en el fondo del vaso. Lo último que te pedí, ¿Te acuerdas?. Que mi amigo tenía problemas y si nos podías sacar de la ciudad sin hacer demasiado ruido. No creíste todo lo que te contaba pero asentiste sin preguntas incomodas. Demasiados desiertos y dunas. Exceso de policía y cuervos negros. Salir para no volver. Salir sin que nadie lo sepa. Saltar la prohibición.

La última noche te metiste en mi cama. Te levantaste a mi lado. Y alrededor del mediodía la burbuja perfecta se volvió a romper. Te dije que no entendía nada porque te había visto besándote con aquella otra chica y cogidas de la mano. Me respondiste que no todo tiene porqué tener una explicación. En la despedida te pregunté si tú no tenías la necesidad de salir de esta ciudad. A lo que contestaste: Yo estoy bien aquí. Ya me había dado cuenta. Un último beso y adiós. Cuando cruzaba por la línea imaginaria que marca fronteras te oí decir: ¿Dónde está tu amigo? Estabas en lo cierto no siempre tiene porque haber una explicación.

Saludos y gracias

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