Creí que estarías ahí,
esperando, al final del muelle, al principio de aquello que hablaba de lo que
podría haber sido. ¿Te acuerdas de aquellos zapatos de cristal? Nunca supimos a
quien pertenecían. Los gritos que no ahogaban y vomitar borrachos los
excrementos del puto mundo (tú preferías decir puta realidad) que nos quería
hundir en un fango de cloaca. La mesa blanca de Ikea, la que tienen todos,
ahora es muy aburrido ir a las casas todas parecen sacadas del mismo escaparate.
Te gustaba jugar conmigo cuando la conversación de los demás nos aburría a como
sería la nuestra si nos atreviésemos a dar el paso, el famoso paso, pero no el
institucionalizado. Ese se lo seguiríamos dejando a curas y jueces que no nos
llamaba la atención citarnos con ellos.
Creía que estarías ahí,
esperando... ¿Sabes? Estuve a nada de ser todo para ti, y el todo es un árbol
blanco que por eso mismo jamás envejecerá.
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