HISTORIA DE UN CORAZÓN ROTO



Encendí el cigarro que deje sin acabar la anterior noche en el cenicero, nunca fui demasiado creyente, y siempre me ha gustado hablar del presente en pasado, pero si Dios alguna vez existió, tiene una manera muy extraña de divertirse, una forma que nunca creo que llegué a entender, tampoco es algo que me vaya a quitar el sueño, ni me vaya a producir despertarme entre sudores y agarrando fuerte las sabanas como me ha sucedido más de una vez a raíz de ella.

Me lo dijo la primera vez que me la encontré, te haré mucho daño, te romperé el corazón, pero si aún así quieres estar conmigo, jamás no digas que no te avise. Supongo que no quise escucharla, creerla, que era una especie de tapadera, de escudo, para rechazar así el dolor que nunca ella querría sufrir, porque lo había visto tantas veces con sus ojos verdes, que no deseaba que a ella le pasase lo mismo, acabar sin encontrar sentido a las cosas porque alguien le había roto el corazón.

Son pocos, pero algunos libros da igual porque página los empieces, no importa si hay un principio o un final, eso supongo que fue lo que nos tenía que pasar a nosotros, solo que tuve que descubrir dos cosas que ojalá nunca hubiese descubierto, porque así tal vez ahora el mundo me resultase el lugar más hermoso los días de lluvia y cielo gris, y fue primero que hay cosas que son muy difíciles de soportar, y segundo que ella jamás me mintió.

Todavía descorcho las botellas de vino, esperando que la otra copa la sostenga ella con sus manos, las mismas que una vez prometí que jamás soltaría, que jamás dejaría escapar, pero eso nunca dependió solamente de mí, y que con su sonrisa abrumadora, me bautizaría, me volvería a poner un nombre nuevo, como si estuviésemos celebrando que volvía a nacer porque de sus labios salía “solo eres para mí de la misma manera que yo soy sola para ti” los cuales estrecharía junto a los míos sellando de esa manera aquellas palabras para que no se las llevase el viento.

Saludos y gracias

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