Me invitas a tu casa, será que
es día bisiesto en algún continente que todavía no se ha colonizado, y
expansión, carreteras, asfalto, urbanizaciones y explotar el terreno, campos de
golf y todos unos urbanitas, y actuar, actuar con cara de macarrón, o aderezar
la ensalada con unas gotitas de vinagre, ese toque agridulce para que no
suframos de su acidez (la de ellos) y se nos ponga cuerpo de tornado y
destrucción, deja que yo acabo de poner la mesa.
Me sirves como entrante
panecillos untados de sobrasada, que poco me conoces, tanto tiempo después y
todavía no sabes que me sienta fatal, mientras pones imágenes en el televisor y
ahí están ellos, haciendo su nueva confitura, que asco me dan, intentan imponer
su receta de crucifijo, biblia y convertirla en algo domestico, que asco me
dan, que asco me dan, apaga ese trasto o me voy de aquí.
Me preguntas qué tal el día, sé
por dónde van tus tiros, pero te voy ahorrar parte del camino, si no te digo
más a menudo que te quiero es porque no pasas las suficientes noches conmigo, y
que es lo que veo, la chapa de su partido encima de tu mueble, sus siglas y su
maldito pajarito, ese terrible azul que recuerda a represión policial, voy a tener
que salir de aquí, no quiero tu su corderito degollado al limón, no quiero
beber de tu su anestesia, solo una última pregunta: ¿Cómo te has dejado
gobernar de esa manera la mente?
Saludos y gracias
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