Habían cosas que nunca te explicaban
en el bachillerato, porque una distancia tan corta de de dos pupitres que me separaba
de ella podía sentirse como un vasto desierto por recorrer, o la misma
distancia que separa al viejo y al nuevo continente, es decir un enorme océano de
agua de por medio, y allí para solucionarme aquel problema, no me servía
ninguna fórmula matemática que había estudiado hasta entonces, o que el complemento
directo de tal frase fuera tal y el circunstancial aquel otro, por no hablar de
la biología de ciertos animales, o la tabla periódica de los elementos
químicos.
Tan solo había un profesor
chiflado que pensaba que podía llegar a entenderme y echarme una mano, o darme
alguna pista, le gustaba contarnos en clase historias siempre relacionadas con mundos
que sentíamos cerca, y que nos pertenecían, como si entendiera nuestras
verdaderas preocupaciones, y que como los adultos ya estábamos preparados para
reír, llorar, por cosas muy parecidas a las que ellos les pasaba, quizás en
otra escala, pero era el mismo lenguaje, todo derivaba del mismo producto cósmico,
la soledad, el desamor, la amistad, el amor.
Recuerdo aquel día que nos
habló que quizás el curso que viene no seguía con nosotros, de ir a buscarse la
vida a Holanda o Bélgica, porque aunque quería estar allí, seguir siendo
nuestro profesor por mucho tiempo, no conseguía encontrar su media langosta, y
que quizás era hora de partir, porque si había algo por lo que merecía la pena
hacer locuras en este mundo, era por esa otra media langosta, y que había un
día de la langosta, y ese era el día que la encontrábamos, y que ese día nos
decía que cuando nos sucediese nos daríamos cuenta que no querremos cambiarlo
por ninguna otra cosa que haya en este mundo.
Y fue en ese momento cuando
estuve a punto de preguntarle una vez recorrida esa distancia enorme de dos
pupitres, como podía vencer al segundo obstáculo, el más difícil de todos, ese Trol
gigante que se ponía en medio entre ella y yo, que si quería ser mi maestro de
armas, mi escudero, y enseñarme a como derrumbarlo, porque ese día entendí
perfectamente lo que decía, porque yo sabía que ella era mi media langosta, tan
solo quería darle un beso para que ella se diera cuenta que yo también era su
media langosta.
Saludos y gracias
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