CAPÍTULO XI: LOS SIGUIENTES DÍAS IMPERATIVOS



Llámala, no la llames, simplemente ves a buscarla a Bruselas, sorpréndela, invítala a comer algo, a un paseo, hazle pasar una buena tarde, provoca que se sienta segura, consigue que te mire como si fueras lo único que importa, escucha su canción, la vuestra, la de los días perdidos, la de los días por descubrir, enamórala como lo hacen las ciudades, hazle el amor en glíglico, báilale el agua, no le prometas nada, no juegues con ella de la misma manera que se juega con las mentiras, no olvides hacerla reír, bésala como alguna vez habrá soñado y todavía nadie se lo ha hecho realidad, enséñale lo bueno que es pasar un rato agradable junto a un vaso de cerveza, invéntale un mañana, dibújale algo en lo que valga la pena creer, fabrica sueños que podáis compartir los dos, hazla confiar en ti con los ojos cerrados, sujétala cuando creas que se va a caer, baila con ella hasta que la luna se derrame por la parte oculta del océano, súbela junto a ti encima de una ola y estaréis listos para comenzar el musical.

Continuará...

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