Te lo muestra con descaro, una soledad en la cual te sientes residente, como si tú en cierta manera ocuparas esa habitación de hotel, y allí no estuviera Watanabe sino estuvieras tú.
Y son iguales que nosotros, Occidente y Oriente, acaso no todos salimos de la misma ameba, no venimos todos de un mismo origen, con otras variables, quizás, seguro, entre ellas la cultura, los ojos rasgados, pero el corazón es el mismo allí donde nace el sol que donde se pone, y la soledad, la maldita soledad.
Es igual que le pasa a Watanabe los amigos se vienen y se van, y al final que queda? La soledad, descubrir que al final del camino solo queda la soledad, es demasiado triste, si al menos te dijeran, la soledad no, tú sombra, todo cambiaría. Un giro de guión a una novela triste, pero que es tuya.
Si al final será verdad todos somos lobos esteparios, a nuestra manera, por más que las redes sociales nos quieran llevar a desengaño con número de seguidores, número de amigos, agendas largas de móvil, simplemente hay que saberse relacionar con la manada, como Watanabe, y descubrir en blanco y negro, porque duele menos, que a veces sentirse solo es peor que estar solo.
Luego está Naoko, en cierta forma cada uno de nosotros, somos, tenemos un poco de Naoko, solo que algunos tenemos las fuerzas necesarias para no huir de lo que nos da miedo, esa es la clave, no huir, no desaparecer, mantenerse en pie y aguantar las malas rachas, cuando se pasan todo se ve diferente, y se agradece lo suficiente para querer aguantar de pie la siguiente embestida, porque la vida no deja de embestir, igual que no deja de repartir alegrías, simplemente hay que encontrar el equilibrio, ese equilibrio que está afuera esperándonos.
O Midori, algo así como la respuesta, como la tabla de salvación, como la puerta de entrada para saber que el mejor camino no es amar sin ser correspondido, sino que hay que saber dejarse querer, sentirse útil para otros, ser necesario para alguien, para poder sobrevivir mejor al día a día.
Y son iguales que nosotros, Occidente y Oriente, acaso no todos salimos de la misma ameba, no venimos todos de un mismo origen, con otras variables, quizás, seguro, entre ellas la cultura, los ojos rasgados, pero el corazón es el mismo allí donde nace el sol que donde se pone, y la soledad, la maldita soledad.
Es igual que le pasa a Watanabe los amigos se vienen y se van, y al final que queda? La soledad, descubrir que al final del camino solo queda la soledad, es demasiado triste, si al menos te dijeran, la soledad no, tú sombra, todo cambiaría. Un giro de guión a una novela triste, pero que es tuya.
Si al final será verdad todos somos lobos esteparios, a nuestra manera, por más que las redes sociales nos quieran llevar a desengaño con número de seguidores, número de amigos, agendas largas de móvil, simplemente hay que saberse relacionar con la manada, como Watanabe, y descubrir en blanco y negro, porque duele menos, que a veces sentirse solo es peor que estar solo.
Luego está Naoko, en cierta forma cada uno de nosotros, somos, tenemos un poco de Naoko, solo que algunos tenemos las fuerzas necesarias para no huir de lo que nos da miedo, esa es la clave, no huir, no desaparecer, mantenerse en pie y aguantar las malas rachas, cuando se pasan todo se ve diferente, y se agradece lo suficiente para querer aguantar de pie la siguiente embestida, porque la vida no deja de embestir, igual que no deja de repartir alegrías, simplemente hay que encontrar el equilibrio, ese equilibrio que está afuera esperándonos.
O Midori, algo así como la respuesta, como la tabla de salvación, como la puerta de entrada para saber que el mejor camino no es amar sin ser correspondido, sino que hay que saber dejarse querer, sentirse útil para otros, ser necesario para alguien, para poder sobrevivir mejor al día a día.
Saludos y gracias
Que preciosidad! Me ha gustado tanto como el bello libro del que hablas!
ResponderEliminarSaludos!
Muchas gracias:)
EliminarSaludos