HABLANDO EN PLATA

Este fin de semana empezó el viernes a las siete de la tarde y a las nueve y media se tenía que haber terminado. No tenía que haber continuado, no tenía que haber pasado nada de lo que paso luego. Simplemente ese rato de siete a hasta las nueve y media del viernes por la tarde se tenía que haber repetido una y otra vez, una y otra vez.

Pero no fue así, desde ese momento, desde que ella se fue por un lado y yo por otro, sin yo ser muy consciente, en ese momento todo empezó. Todo lo que si ahora pudiera cambiarlo, lo haría, algo así como borrón y cuenta nueva. Normalmente hasta entonces todo había transcurrido igual que todos los viernes de estos tres últimos meses, el mejor instante de la semana, cerrar la taquilla, coger la chaqueta, dar por terminada las clases, y encontrarme con ella, y simplemente hacer algo en común, conocernos, disfrutar juntos, descubrir poco a poco, muy lentamente, si merecerá la pena algún día subirse a un mismo barco y ponerse a navegar juntos, en busca de un rumbo en común. Porque aunque quizás esta semana por momentos ha habido embargo de dudas, sentimientos enfrentados, instantes al borde la ruptura, ese abismo gris y oscuro. Aún así, este fin de semana tan solo tenía que haber durado esas dos horas y media que estuvimos juntos, volviendo a sentir que si volvemos al punto de partida, a ese punto donde todo empezó, todo volverá a ser como antes, pero mejor, mucho mejor. Ese instante se debió repetir una y otra vez, para así poder evitar todo lo que vino después.


Por más que nos preparemos mentalmente a lo que uno sabe que está por venir, a veces, tan solo a veces no es suficiente. No se podía evitar, porque hay cosas que son insostenibles, porque hay injusticias que son intolerables, y me repito y no me canso de decirlo, hay pocas cosas más horribles que ver, sentir, observar como un ser humano es capaz de explotar a otro ser humano, y contra eso, tarde o temprano hay que luchar, no se puede sostener. Es tanta la rabia acumulada, tanto el sentimiento de frustración, impotencia que no hay cuerpo que lo resista sin explotar. El no dormir porque el mañana es tan inseguro que entra vértigo, el no dormir porque acojona ver el futuro, y ver que no hay nada, el no dormir porque sabes que si te echan a la calle te quedas sin nada, desnudo, en pelotas. El no dormir porque ni tan siquiera tienes derecho a ponerte enfermo. Esa fue la lucha contra el gigante de hierro, tan solo garantizarse el derecho a ponerse enfermo, nada más. Tan solo el derecho a saber que si algún día enfermo no me veré obligado a hacer las maletas y sentirme sin nada en ninguna parte. Atrás y como utopía queda el poder aspirar a tener algún día la posibilidad de una hipoteca, derecho a vacaciones, indemnizaciones por despido, y esas cosas que nos pertenecen por derecho, pero que poco a poco nos han ido robando y usurpando. Así en primera persona, uno descubre que los tiempos que corren actualmente no son los mejores, distan muy lejos de lo que uno se imaginaba cuando con 18 años creía que se podía comer el mundo, y cambiarlo, hacer algo mejor de lo que tenemos ahora. Aún así a pesar del dolor y el amargo sabor que deja la derrota, hay algo, algo dentro de mí, que me dice que todo va a salir bien, y no se trata de una mentira, se trata de qué aunque me sienta como un perro apaleado, igual que si me acabaran de pegar una paliza, lo único que se hacer es poner una sonrisa, una sonrisa porque sé que lo hice bien, y sé que yo no soy el demonio que se quemara en la hoguera tarde o temprano bajo los pecados de hacer de este mundo, un mundo tan injusto e intolerable. Porque ahora más que nunca sé que al final encontraré la victoria que me hace falta conseguir, la victoria que tantos meses llevo buscando, aun no sé como, ahora mismo no tengo ni idea, pero sé que daré con ella.

Alrededor de este encuentro con el gigante de hierro, que fue el epicentro de este fin de semana ocurrieron otra serie de cosas que si pudiera retroceder evitaría. Borracheras inoportunas, innecesarias, y que se te clavan como fuego dentro del alma. Decepciones de personas que tienes en gran estima, y finalmente acabar explotando con la persona que menos se lo merece, con quien te habías jurado que nunca te vería así, ese yo enrabietado, dolorido, lleno de impotencia, ese yo que maldigo porque es un yo perdedor, derrotado, y sin más alma que el sentirse devorado y maltratado. Concluyendo todo ello, en un domingo por la tarde lleno de soledades que se clavan como espinas.

Aun así el fin de semana a parte del momento del viernes, ese que se tenía que haber repetido una y otra vez para evitar todo este amasijo de sentimientos contradictorios, frustraciones, derrotas y amargores que escuecen muy adentro. Hubieron otras cosas, otros detalles, otros momentos que dejaron un grato recuerdo. Como la visita después de seis meses de un gran camarada, un gran compañero de noches perdidas, y de conversaciones sobre lo divino y lo humano. Como la comida en el Italiano del Sábado por la mañana, a pesar de..., como el domingo por la mañana que pase con ella, a pesar de la sobredosis de realidad.

Un fin de semana que una vez más me deja en la frontera de la incertidumbre, una incertidumbre total, que ciega por momentos, y en cambio en otros instantes ilumina posibilidades, sueños y optimismo. Un fin de semana que termina con derrotas sobre la espalda, sin saber a ciencia cierta si se quedará todo en como está o traerá consecuencias nefastas. Aún así lo más importante es que mientras ella continué a mi lado todo será más fácil para encontrar ese camino de baldosas que me llevarán a encontrar una alegría, porque ahora mismo lo que más me hace falta, lo que más necesito, es conseguir una alegría. Luego, a partir de entonces ya podré pensar en metas mayores, ahora tan solo quiero eso, una simple y humilde alegría.

Saludos y gracias

1 comentario:

  1. Mucho ánimo para estos momentos duros que te está tocando vivir!!!
    No olvides nunca que los que ganan son los que luchan y que perder una batalla no significa perder la guerra.
    Si te sientes perdido y que nada merece la pena, piensa en algo que te sirva de vitamina, como la historia de Eloy.
    Estoy totalmente de acuerdo en que si esa persona está a tu lado todo es mucho más fácil.
    Aunque nos separen unos cuantos kilómetros, desde aquí te mando mucho mucho ánimo y espero que todo salga bien.
    Besos!!!

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