Esto no es un sueño, y tampoco es real, es imaginación, posibilidad, un quizás, un a lo mejor...................... supuestos, hipótesis, y sin juicios, ni prejuicios, simplemente sucede una de las cosas más naturales que pueden suceder, un hombre desnudo. ¿Qué hay de extraño en ello? ¿Acaso no nacemos desnudos? ¿ Acaso no nos desnudamos todos los días al menos una vez? ¿Acaso no observamos nuestro cuerpo desnudo, lo examinamos, lo analizamos? ¿Acaso cuando practicamos el sexo la mayoría de veces no estamos desnudos nosotros y la otra o otras personas que estén a nuestro lado? ¿Acaso el desnudo no es una liberación interior que aun no hemos sabido apreciar, ya sea por................? El caso es que esta historia empieza así, igual que su titulo. Un hombre desnudo.
Creía estar soñando. Pero no, estaba despierto, y mientras caminaba en medio de una plaza abarrotada una extraña sensación se apoderaba de él. Estaba desnudo, se le había olvidado ponerse la ropa, y había salido a la calle igual que hacía treinta y cuatro años salió por primera vez al mundo. Pero lo más sorprendente no era que se le hubiera olvidado vestirse, lo más sorprendente era que nadie se fijaba en él, no era el objeto de las miradas, no era el protagonista por accidente que en cierta forma creía que se merecía como consecuencia de su despiste. No conseguía captar la atención de nadie, y no lo entendía. ¿Cómo puede ser? Si soy un hombre desnudo en medio de una plaza abarrotada. Al menos si a mí me pasara lo contrario, es decir si un día cualquiera me encontrara por esta plaza a un hombre desnudo me quedaría mirándolo un rato, por curiosidad, por salirse fuera de lo normal, por su falta de decencia como dirían algunos retrógrados o no tan retrógrados.
Incluso tenía ganas de agarrar a alguien cualquiera del brazo y preguntarle no te das cuenta que estoy desnudo, porque no te fijas, porque nadie se quiere dar cuenta. Comenzaba a desesperarse. Daba vueltas por la plaza sin ningún sentido y sin ningún tipo de orientación intentando captar la atención de alguien, aunque fuera algo insignificante, una simple mirada, un simple guiño de ojo, una sonrisa burlona o una sonrisa tímida. No importaba, lo único que buscaba era que alguien se percatará que estaba desnudo en medio de una plaza porque se le había olvidado esa mañana ponerse unos pantalones, una camisa, igual que hacía todos los días, igual que hacen todas las personas. Una acción instintiva, una acción cotidiana, incluso se podría decir que una norma social, la cual no necesita ninguna preparación mental especial, algo simple, sin complicaciones, que cualquiera que este apto en sus capacidades físicas es capaz de hacer por si mismo. Pero que a él esta mañana se le había olvidado. Las causas no importan en este momento, el motivo es lo de menos. Porque no se vistió o dejo de vestirse no nos tiene que interesar. Lo que nos tiene que intrigar es que después de más de treinta minutos caminando desnudo por una plaza abarrotada continúa sin llamar la atención de nada, ni de nadie. Esa es la cuestión.
Nos vestimos para salir a la calle, para ir al trabajo, para ir a una cita, a un encuentro, nos vestimos para ir por casa, para dormir (algunos no todos). Nos vestimos para cubrirnos del frío, para parecer más atractivos, para sentirnos bien con nosotros mismos. Nos vestimos porque así esta establecido, porque así nos enseñaron, porque socialmente es necesario. ¿Y que sucede si un día alguien sale a la calle desnudo porque se le ha olvidado vestirse? Todos pensaríamos que sería un escándalo público, que está mal de la cabeza, que sería una provocación innecesaria, o quizás que se trata de un acto de rebeldía, de reclamación de algún tipo de derechos de tantos que hay por reclamar, o una manera de protestar por alguna injusticia, también tantas como derechos por reclamar. El caso es que estamos todos de acuerdo que no resultaría impasible, que sería algo de portada quizás en algún periódico sensacionalista, y una noticia más en un periódico normal. Que tendríamos a las televisiones grabando, haciendo especulaciones, e inventando grandes operetas a raíz de este hecho. Pero lo que seguro que nadie apostaría que pasaría es lo que le esta ocurriendo a nuestro protagonista. Indiferencia.
Hay mucha gente en la plaza, personas mayores, abuelos con sus nietos, familias enteras, grupos de gente joven, parejas cogidas de la mano, gente sentada en los bancos leyendo un libro o escuchando música en su MP3, gente esperando a otras personas, gente sentada en las terrazas de los bares tomando algo, camareros, policías para controlar el control establecido, oculto, y que se desenvuelve entre las sombras, allí donde nadie ve nada y nadie sabe nada. Desheredados de la tierra pidiendo dinero, contradiciendo así la imagen de sistema idílico y perfecto que venden desde arriba, allá donde se puede ver pero no tocar. Y por supuesto él, nuestro hombre desnudo, nuestro protagonista. Agotado, desesperado, enojado, enrabietado, furioso porque no entiende porque nadie se fija en él, nadie ni nada, ni la policía le llama la atención. Al borde de las lagrimas, de un precipicio llamado exasperación, apunto de estallar, de reventar, ideas locas, sucias, soeces se le pasan por la cabeza. Es increíble, esta al borde de la mayor angustia que jamás hubiera podido imaginar, y todo provocado por esta indiferencia, por este desprecio, por este dejar de lado, por esta inexistencia. Incluso se le está pasando por la cabeza empezar a gritar, estoy desnudo, soy un hombre desnudo, fijaros, estoy desnudo, y no, no estoy loco.............. pero no tiene valor para ello, no tiene fuerzas, esta roto por dentro. Así que sin consuelo alguno, nuestro protagonista que se siente como un ser invisible en medio de tanta gente, como si no existiera, como si se encontrara en un plano diferente al del resto de mortales, decide ir en busca de un baño público, a sufrir en soledad su derrota, su desengaño con el mundo. Y es ahí dentro en el aseo de un restaurante de los que hay en la plaza, cuando al pasar por al lado de un espejo, descubre dos cosas, una que la tensión acumulada por toda la humillación e impotencia sufrida ya se ha derramado por su rostro, y dos que no se le olvido ponerse la ropa esta mañana. Nuestro hombre desnudo, no está desnudo.
Saludos y gracias
Creía estar soñando. Pero no, estaba despierto, y mientras caminaba en medio de una plaza abarrotada una extraña sensación se apoderaba de él. Estaba desnudo, se le había olvidado ponerse la ropa, y había salido a la calle igual que hacía treinta y cuatro años salió por primera vez al mundo. Pero lo más sorprendente no era que se le hubiera olvidado vestirse, lo más sorprendente era que nadie se fijaba en él, no era el objeto de las miradas, no era el protagonista por accidente que en cierta forma creía que se merecía como consecuencia de su despiste. No conseguía captar la atención de nadie, y no lo entendía. ¿Cómo puede ser? Si soy un hombre desnudo en medio de una plaza abarrotada. Al menos si a mí me pasara lo contrario, es decir si un día cualquiera me encontrara por esta plaza a un hombre desnudo me quedaría mirándolo un rato, por curiosidad, por salirse fuera de lo normal, por su falta de decencia como dirían algunos retrógrados o no tan retrógrados.
Incluso tenía ganas de agarrar a alguien cualquiera del brazo y preguntarle no te das cuenta que estoy desnudo, porque no te fijas, porque nadie se quiere dar cuenta. Comenzaba a desesperarse. Daba vueltas por la plaza sin ningún sentido y sin ningún tipo de orientación intentando captar la atención de alguien, aunque fuera algo insignificante, una simple mirada, un simple guiño de ojo, una sonrisa burlona o una sonrisa tímida. No importaba, lo único que buscaba era que alguien se percatará que estaba desnudo en medio de una plaza porque se le había olvidado esa mañana ponerse unos pantalones, una camisa, igual que hacía todos los días, igual que hacen todas las personas. Una acción instintiva, una acción cotidiana, incluso se podría decir que una norma social, la cual no necesita ninguna preparación mental especial, algo simple, sin complicaciones, que cualquiera que este apto en sus capacidades físicas es capaz de hacer por si mismo. Pero que a él esta mañana se le había olvidado. Las causas no importan en este momento, el motivo es lo de menos. Porque no se vistió o dejo de vestirse no nos tiene que interesar. Lo que nos tiene que intrigar es que después de más de treinta minutos caminando desnudo por una plaza abarrotada continúa sin llamar la atención de nada, ni de nadie. Esa es la cuestión.
Nos vestimos para salir a la calle, para ir al trabajo, para ir a una cita, a un encuentro, nos vestimos para ir por casa, para dormir (algunos no todos). Nos vestimos para cubrirnos del frío, para parecer más atractivos, para sentirnos bien con nosotros mismos. Nos vestimos porque así esta establecido, porque así nos enseñaron, porque socialmente es necesario. ¿Y que sucede si un día alguien sale a la calle desnudo porque se le ha olvidado vestirse? Todos pensaríamos que sería un escándalo público, que está mal de la cabeza, que sería una provocación innecesaria, o quizás que se trata de un acto de rebeldía, de reclamación de algún tipo de derechos de tantos que hay por reclamar, o una manera de protestar por alguna injusticia, también tantas como derechos por reclamar. El caso es que estamos todos de acuerdo que no resultaría impasible, que sería algo de portada quizás en algún periódico sensacionalista, y una noticia más en un periódico normal. Que tendríamos a las televisiones grabando, haciendo especulaciones, e inventando grandes operetas a raíz de este hecho. Pero lo que seguro que nadie apostaría que pasaría es lo que le esta ocurriendo a nuestro protagonista. Indiferencia.
Hay mucha gente en la plaza, personas mayores, abuelos con sus nietos, familias enteras, grupos de gente joven, parejas cogidas de la mano, gente sentada en los bancos leyendo un libro o escuchando música en su MP3, gente esperando a otras personas, gente sentada en las terrazas de los bares tomando algo, camareros, policías para controlar el control establecido, oculto, y que se desenvuelve entre las sombras, allí donde nadie ve nada y nadie sabe nada. Desheredados de la tierra pidiendo dinero, contradiciendo así la imagen de sistema idílico y perfecto que venden desde arriba, allá donde se puede ver pero no tocar. Y por supuesto él, nuestro hombre desnudo, nuestro protagonista. Agotado, desesperado, enojado, enrabietado, furioso porque no entiende porque nadie se fija en él, nadie ni nada, ni la policía le llama la atención. Al borde de las lagrimas, de un precipicio llamado exasperación, apunto de estallar, de reventar, ideas locas, sucias, soeces se le pasan por la cabeza. Es increíble, esta al borde de la mayor angustia que jamás hubiera podido imaginar, y todo provocado por esta indiferencia, por este desprecio, por este dejar de lado, por esta inexistencia. Incluso se le está pasando por la cabeza empezar a gritar, estoy desnudo, soy un hombre desnudo, fijaros, estoy desnudo, y no, no estoy loco.............. pero no tiene valor para ello, no tiene fuerzas, esta roto por dentro. Así que sin consuelo alguno, nuestro protagonista que se siente como un ser invisible en medio de tanta gente, como si no existiera, como si se encontrara en un plano diferente al del resto de mortales, decide ir en busca de un baño público, a sufrir en soledad su derrota, su desengaño con el mundo. Y es ahí dentro en el aseo de un restaurante de los que hay en la plaza, cuando al pasar por al lado de un espejo, descubre dos cosas, una que la tensión acumulada por toda la humillación e impotencia sufrida ya se ha derramado por su rostro, y dos que no se le olvido ponerse la ropa esta mañana. Nuestro hombre desnudo, no está desnudo.
Saludos y gracias
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