SIETE DÍAS DESPUÉS

Hace una semana perdí lo que había apostado, me lo jugué todo por ti, sin dudarlo, sin reservas y con la esperanza de que esta vez la ruleta repartiera suerte. Una vez más no fue así, la suerte me fue esquiva y se fue por un callejón que no era el mío y te llevaba a ti cogida de la mano.

Ojalá pudiera decir que he conseguido odiarte y así dejar de echarte de menos, mentiría, y en esta ocasión ni la mentira me hace sentirme bien.

Esta vez no son las noches los peores momentos, esta vez son los amaneceres, levantarme y saber que desapareció para siempre la esperanza de que alguna vez tú estuvieras ahí, a mi lado, para compartir el zumo de naranja, para darte un beso de buenos días, para no dejarte marchar y hacerte el amor hasta que el sol empezara a quemar.

A veces no sé realmente que es lo que más echo de menos si a ti por lo que eras, o por lo que representabas. Y todos los días me pregunto merece la pena escribirte o llamarte por una última vez, o quizás es mejor darlo todo por perdido y saber aceptar la derrota.

Es en estos momentos cuando crees que no te queda nada, cuando una vez más has tocado fondo y aguantas la respiración para no ahogarte, cuando te das cuenta que no estás tan solo como te pensabas, porque allí están ellos, tus amigos, a su manera, con su estilo, pero que provocan que solo por ellos merezca la pena volver a salir a la superficie, coger aire, y encarar el resto del camino.

Escuchar esa es la clave. No emitir juicios de valor, no dar consejos, simplemente escuchar. Solo con sentirte escuchado es más que suficiente. Por suerte aun quedan personas que tienen la virtud de saber escuchar. Gracias.

Y sé que tarde o temprano tendré que empaquetar tus recuerdos, los buenos, los malos se queman, no son ni reciclables. Mudarlos de alcoba, ubicarlos en un baúl que se encuentra en un lugar muy lejano, casi haciendo frontera con el olvido, junto a otros desamores que irrumpieron hace tiempo con otra letra, otra historia, pero en definitiva repitiendo la misma melodía.

Y sé que tarde o temprano también comprenderé que tú no eras para mí, y quien sea ya aparecerá en su momento y en su lugar adecuado.

Mientras tanto, hasta que todo eso pase, hasta que este desamor termine de hacer la maleta, y se marche para siempre con sus asperezas y rencillas que pueda dejar. Siempre quedará el genio de Úbeda para recordarnos que hay cosas que inevitablemente duran 19 días y 500 noches.




Saludos y gracias

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