Un año más viejo, un año más joven. El diez de mayo fueron bienvenidos los treinta, miro hacia atrás y pienso quien me iba a decir a mí que me sentiría tan bien con treinta años, que quizás me encuentre en el mejor momento de mi vida. Claro que por aquel entonces cuando era un renacuajo, ingenuo del mundo donde vivía, queriendo siempre ir más deprisa de lo que debía y el resultado fue todas las ostias que me pegue y una multitud de segundas oportunidades que necesite para volver a empezar. Hasta que las correcciones de tus propios errores te lleva a aprender que las cosas siempre hay que verlas con perspectiva, no ceder a los impulsos apresurados de la rabia, de la insatisfacción de la necesidad rápida de querer tenerlo todo y al final no tener nada. Y así fue como poco a poco, fui aprendiendo que la paciencia es una virtud. Que aunque cueste creerlo todo depende de nosotros mismos, que lo fácil es desquiciarse y echar la culpa al destino, o al mundo que nos ha tocado vivir.
Así que aquí me encuentro, de nuevo delante de mi blog, que siempre esta cuando me hace falta, aunque estos últimos meses en los cuales empecé mi particular travesía por este desierto tan particular (del cual ya hable en uno de los últimos post) lo he dejado de lado más de lo que me gustaría. Revisando con una sonrisa de satisfacción este último año, y haciendo balance el resultado es más que positivo. Quizás es cierto que no me convertí en ese famoso que quise ser cuando creía que me comía el mundo a bocados, que tampoco soy aquel revolucionario que cambiara el mundo y demostrara que otro mundo es posible, ni el mejor jugador de baloncesto, ni una estrella de Hollywood. Que no seré ninguna de todas las vidas que quise ser y al final no fui. Pero lo importante no es aquello que quise ser y al final no he sido. Sino lo importante es que después de tantas tentativas erróneas al final me di cuenta de lo más importante de todo, conocerse uno mismo, y encontrarse uno mismo, y conocer sus limitaciones, sus virtudes, y disfrutar de ser quien eres, y si me apuras intentar mejorar poco a poco, muy poco a poco. Que las prisas no son buenas consejeras. Y es ahora con treinta años cuando por primera vez en mucho tiempo me siento satisfecho conmigo mismo, cuando mi conciencia la siento limpia, y ese es el mejor regalo que podría haber recibido. Por supuesto que aun me quedan muchas teclas por mejorar, y mucho que aprender, pero eso vendrá en su justa medida. No hay que desesperarse. Ahora tan solo espero y deseo que el año que esta por venir, el periodo de los treinta a los treinta y uno sea un poquito mejor que el de este año, y eso sería cojonudo. Porque este lo ha sido pero que muy bueno, a pesar de algunos baches y duros escollos que me encontré por el camino. Ahora solo me queda disfrutar del momento, Carpe Diem.
Saludos y gracias
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