LAS PALABRAS

Me gustaría tener el don de la pintura y poder expresar en un lienzo lo que se siento, con algo que impacte a primera a vista. O haber aprendido a rasgar las cuerdas de una guitarra, tener una voz medio decente y decir lo que pienso entre acordes y arpegios que desconozco totalmente. Quizás haber tenido la habilidad suficiente y los medios adecuados de expresar todo lo que me corroe por dentro por medio de la imagen, del poder hipnótico que tiene el mundo del cine. En cambio a mí me quedaron las palabras, inolvidables aliadas, amigas y salvadoras de tempestades y malos momentos. También dispuestas a compartir los buenos momentos, el sentirme tan vivo aunque a veces no lo parezca. Pero que le voy hacer si me gusta contagiarme por la melancolía. Y aunque quizás muchas veces (más de las debidas) me arrepiento de no haber sido capaz de expresar lo que llevo dentro por medio de otras artes. Simplemente por buscar un primer impacto, un protagonismo y un prestigio que pocas veces tienen las palabras, por encontrar en tu mirada lo que has sentido al expresar lo que siento al momento. Para que negarlo, para engatusarte de una manera más fácil y así que las dudas para quedar a tomar un café no sean tan dañinas.


Aun así es en días como hoy, o mejor dicho en estas escasas horas en las cuales después de mucho tiempo he tenido realmente para mí, sin compromisos, sin prisas cuando me doy cuenta lo agustito que me siento a su lado. Al lado de ellas. La sensación de adentrarse en su mundo y sentirte protegido, libre, aunque sea por unos instantes eternos no tienen precio. Quizás no acabe contando lo que llevaba en mente, y lo deje para más tarde, para un quien sabe cuando mis ultimas batallitas, mis últimos encontronazos con la realidad. Mi estas ganas de sentirme tan vivo y porque no decirlo, tan feliz. Pero a la vez de querer liberarme de una vez por todas de estas cadenas que tanto me aprietan. Pero eso será otra historia, otro día. El caso es que sé que ahora mismo me tengo que estar despidiendo porque la realidad llama a la puerta. Y no son las faltas de encontrarme con ella lo que me entristece, sino la obligación de tener que dejarlas y no por voluntad sino por la obligación de las circunstancias. Porque hoy es un día de esos que me quedaría con ellas hasta el amanecer, intentando encontrar respuestas, resolver enigmas, generar nuevas preguntas, disfrutar de su compañía y quizás desatascar parte del nudo que últimamente me atraviesa las entrañas. Pero lamentablemente no puede ser. Y tengo que decir hasta pronto y seguro que no tardaremos en volvernos a encontrarnos, porque no será por falta de ganas.





Saludos y gracias

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