Quizás cada vez que permanezco callado y mirando hacía el infinito es cuando me llega a la memoria una pequeña percepción del posible futuro al cual estamos destinados. Y la primera sensación es incertidumbre, la segunda aún es peor y de la incertidumbre se desplaza a la inseguridad, y la tercera y última es terroríficamente la peor de todas, el MIEDO, en mayúsculas. Pero no el miedo normal y corriente a algo material, a algo tangible, a algo presente y posible de identificar, sino el miedo al destino, a lo que nunca sabemos que vendrá, a lo que nos deparará ese incierto abismo que se presenta delante de nosotros, a esa materia uniforme, volátil, virgen y desierta que conocemos como futuro.
Es entonces cuando me presento en firmes y por primera vez en mucho tiempo al mirar al pasado me llega una sensación de calma, de cierta satisfacción. Y, es entonces cuando de nuevo me pongo firmes, y me digo a mí mismo que para que sufrir los posibles tormentos de un tiempo que fue y ya no será, o de un tiempo más incierto que nunca y que esta por venir. Mejor y más practico continuar viviendo del presente.
Quizás la precipitación de alcanzar esa seguridad que nos han educado que hay que tener, esa estabilidad necesaria para dejar de tener la sensación de vivir constantemente en una cuerda floja, en una constante incertidumbre, en un no saber que me dictara el futuro, ¡qué por un lado resulta algo maravilloso! Pero quizás, lo que realmente buscamos es la sensación de saber que tenemos la capacidad de cambiar nuestro futuro a nuestro antojo, a nuestra manera, moldearlo como nos gustaría y como nos apetecería. Entonces es cuando percibimos que nos faltan las herramientas adecuadas para ello, y nos invade la terrible sensación que es él, el futuro quien nos dicta nuestro camino a recorrer sin permiso y sin contemplaciones. Importándole una mierda que sea o no sea de nuestro agrado. Quizás lo que provoca que nos invada tal sensación es escuchar continuamente las desgracias ajenas, los fracasos continuos, observar como día sí, día otra vez la guerra del puedo gana a la guerra del quiero. Como las luchas sindicales, y derechos del trabajador que tantos esfuerzos, sacrificios y años costo conseguir de un plumazo se los quitaron de encima con estos contratos indecentes, con estos contratos basura, con estos contratos de puta.
Quizás son las fragilidades que recorren por mis entrañas cada vez que permanezco callado y mirando hacia el infinito sin ningún objetivo aparente..................
P.D: “CARPE DIEM y disfrutar de la vida que puede ser maravillosa, y no permitir jamás que el miedo a un futuro incierto te agarre tan fuerte por los cojones que consiga hacer añicos tus sueños.”
Saludos y gracias
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