Y sí, todas sus verdades las
dejaron olvidadas en el templo de las mentiras...
Era un café, un descenso, el
inicio de un recuerdo, tratar de sostener la fugacidad del tiempo, unas flores
que masticar cuando todo fuese estigma o cicatriz que se cura con unos labios
dispuestos a desnudar un alma y no herirla, las jarras de cervezas y no negar
al deseo, observar cómo trata de pintarte las uñas de rojo porque hay
aburrimiento pero no se quiere ser líneas divergentes, pedirle que te quite las
bragas, y al día siguiente tenderlas en los hilos, que te diga que en la taza de
tu té ha visto reflejado tu pezón y no está triste, ha dejado de llorar, al
fin, al fin parece haber un principio, y esperarás a que le crezca la barba
todas las veces que haga falta, te comprarás una falda fabricada en el 2045 y le
cogerás de la mano y a andar por las aguas que se dejan arrastrar por el río.
Saludos y gracias
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