Tuvo un flechazo que se le clavó
muy hondo. Fue en la sombra que había detrás de una persiana, quien sabe tal
vez en una estación de tren, viendo como se marchaba a veces, otras como
volvía, quizás detrás de ropas tejidas con seda, o ocurrió descubriendo lo que
se escondía dentro de unas muñecas rusas de porcelana, a lo mejor como en un
cuento de hadas lo que creía haber averiguado que había ahí en un botón de una
camisa que encontró en el suelo después de que el reloj marcase oficialmente un
nuevo cambio de día. Aunque la orquesta tenía todavía pendiente tocar el último
baile.
Un flechazo del cual tuvo que
reconocer no le dejaba conciliar el sueño, por eso encontró en esa herida la
excusa para bajarse cada noche a emborracharse a los bares a tratar de
olvidarla, de que no le doliese tanto no saber su nombre, su caligrafía, si
para andar daba pasos de cebra, de gacela o de tortuga, si todas aquellas dudas
las encriptase en un crucigrama que saliese los domingos y quien lo resolviese
fuese quien estaba buscando, por lo que una vez hallada la solución de repente
sintiese una punzada en el corazón de la misma manera que él lo sentía.
Saludos y gracias
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