Qué bonito es callar las penas
en los bares. Alargar las noches para no ver como afuera las noticias y el
pasear por al lado de gente que vive en la calle duelan tanto. Hermoso creer que
entre copas de vino y cervezas y alcoholes más etílicos es posible girar el
disco y cambiarle las canciones a nuestro gusto, como si pudiésemos retirar los
gusanos que diagnostican el precio de la tierra, de la huerta, del aire que
respiramos y respiraremos. Que poca gente se da cuenta que lo importante no
está en los avales del banco, en las hipotecas, en las recisiones y en tantas
otras cosas que alargarían la lista hasta inundarnos, fruto de esos verdugos que enterraríamos tan
gustosamente, si no en que a pesar de las tristes estadísticas que podamos
encontrar, todavía existe el amor en habitaciones que con más o con menos
sobreviven (disfrutan) abrazando la vida, y por todo aquello que imaginamos los
borrachos de los bares brindamos no solo porque nos pase o nos pueda volver a suceder si no
porque nos gusta creer que todavía sigue vivo.
Saludos y gracias
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