De nuevo en Wroclaw, creo que aun aclimatándome, con mi viaje a Valencia todavía muy reciente, y sin poderlo evitar cayendo en el gran error que son las comparaciones. La recibida por parte de la ciudad no fue muy agradable que digamos tormenta, y dos días seguidos con lluvias, y el cielo gris, como si Dios una vez más y ya son demasiadas volviera a castigar a esta ciudad y vete tú a saber porque motivo caprichoso. ¿Quizás por qué aun no es todo lo católica que debería ser? ¡Que nos cojan a los ateos confesados si esa es la razón!. Por otra parte con la agradable sorpresa de ser recibido en el aeropuerto, añadiendo a ello la fiesta de bienvenida, demostrándome una vez más que he tenido la suerte de haber dado con muy buenos amigos. Por mi parte, como siempre, dándole vueltas a la cabeza, disfrutando de la vida o al menos intentándolo y unas cuantas cosas más:
Negociando conmigo mismo, tener que elegir, y aprender a rechazar placeres que son tan ricos para el paladar que cuesta mucho decir que no. ¿Será que estoy aprendiendo a decir que no? ¿Una vez más?. Nuevas estrategias, y saber que en algunas circunstancias tenerlo todo es imposible, porque con los objetos, con lo material esta permitido jugar, pero con las personas no, con las personas resulta hasta detestable y despreciable. Querer volver por momentos a esa isla de sirenas, donde todas son tan bellas, tan seducibles, tan cariñosas. Idilios antiguos difíciles de olvidar, pero darse cuenta que eso pertenece al pasado, no al presente. Y esperar, esperar a que venga, a que llegue y ya tengo ganas. ¡Que larga es la espera! Y cuantas formas de pecar acechan en cada esquina de esta ciudad. Sobre todo reflexionar, tratar de gestionar el presente. E intentar ser feliz pero no conformista, prefiero la ambición humilde y bien administrada, que aceptar lo que uno tiene y dejar de luchar por más objetivos. Y finalmente a veces aunque uno no quiere vuelve a oír ese canto de sirenas que le nubla el horizonte y le hace correr el riesgo de perder el rumbo.
Saludos y gracias
Negociando conmigo mismo, tener que elegir, y aprender a rechazar placeres que son tan ricos para el paladar que cuesta mucho decir que no. ¿Será que estoy aprendiendo a decir que no? ¿Una vez más?. Nuevas estrategias, y saber que en algunas circunstancias tenerlo todo es imposible, porque con los objetos, con lo material esta permitido jugar, pero con las personas no, con las personas resulta hasta detestable y despreciable. Querer volver por momentos a esa isla de sirenas, donde todas son tan bellas, tan seducibles, tan cariñosas. Idilios antiguos difíciles de olvidar, pero darse cuenta que eso pertenece al pasado, no al presente. Y esperar, esperar a que venga, a que llegue y ya tengo ganas. ¡Que larga es la espera! Y cuantas formas de pecar acechan en cada esquina de esta ciudad. Sobre todo reflexionar, tratar de gestionar el presente. E intentar ser feliz pero no conformista, prefiero la ambición humilde y bien administrada, que aceptar lo que uno tiene y dejar de luchar por más objetivos. Y finalmente a veces aunque uno no quiere vuelve a oír ese canto de sirenas que le nubla el horizonte y le hace correr el riesgo de perder el rumbo.
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