LA VIDA SIN INTERNET


La fecha de mi último post me resulta inexacta, pero si la memoria no me falla fue por Febrero cuando tuve la dulce oportunidad de plasmar por última vez mis historias, pequeñas batallitas que libramos día a día, y mis últimos pájaros en la cabeza, esos que incluso a veces ni uno mismo llega a comprenderlos. Desde entonces vivir sin Internet ha sido como vivir en un desierto con oasis producidos por cantos de sirenas que me cautivaban y cautivan dentro de un mundo lleno de espejismos, de un mundo lleno de sombras y luces por suerte mucho más de estas últimas que de las anteriores, de un mundo paralelo a esa realidad que con sus miserias, temores e injusticias dicta sentencia cada vez que nos sacude con su mirada justiciera y llena de tanto miedo que al final es odio lo que destila en lagrimas negras, iguales que manchas de alquitrán. O también paralelo a esa realidad, con sus esperanzas, con sus ganas de vivir, con sus batallas constantes, con sus victorias acompañadas entre jarras de cervezas, con besos que dan sentido a todo esto que nos rodea, con la sonrisa constante, con las ganas de confiar y con ganas de enterrar odios, miedos y viejos rencores. En definitiva, con ganas de disfrutar de cada momento y cada pequeño detalle por insignificante que nos pueda parecer.


A veces pienso que vivir sin Internet (por desgracia aun continua siendo así, o mejor dicho mi acceso a él es bastante limitado) es en mi caso particular, como un viaje a un submundo que vete tú a saber porque tenía que conocer. Un viaje interior, un destierro de mí mismo, un destierro de lo que me da sentido, un destierro de mi auto conexión interior, un destierro a un lugar amargo y gris, porque ya ni tan solo puedo escucharme a mí mismo, gritar, y contar aquello que se encuentra enterrado y con ganas de salir de dentro de mis entrañas. Un viaje más con un propósito que desconozco pero que seguro que detrás de todo esto se encuentra un sentido, una lógica, un porque. Una prueba más, una batalla más que librar, conocer a nuevos fantasmas, impartir orden con antiguos, y crecer, no parar de vivir a pesar de que casi todos los días se me desgarre el alma por tener que vivir con este silencio con el exterior. Por no poder hablar conmigo mismo y dejar huella de ello en mis blogs, en mis pequeños rincones del alma, en esos viejos cajones que quiero que sean la memoria que nunca nadie me quitara, me arrancara, por más que lo intenten.


Mientras tanto, pienso en todo lo que hubiera podido contar en esta travesía por el desierto del silencio, en este paréntesis en la isla del canto de las sirenas. Podría haber contado que jamás o al menos hacía tanto tiempo que me sentía tan libre, que jamás había disfrutado tanto de sentirme tan vivo, que estoy sumergido en un viaje interior que no acabo de comprender pero no por ello me asusta. Que la vida es mejor mirarla de frente y sin miedo, aunque a veces sea perra, y dura, pero que en el fondo aunque a veces allá gente con motivos más que justificados para no querer verlo, en el fondo en sus entrañas es hermosa y maravillosa. Podría haber contado que las tragedias no deben de venir siempre acompañadas de dolor y desesperanzas. Mientras banderas y crespones inundan últimamente esta ciudad, este país dolido porque una vez la historia les ha arremetido con fuerza y con una dureza desproporcionada. Pero quizás es un aviso, un toque de atención para que salgan de ese victimismo anestesiante, de esa apatía, de esas faltas de ganas por luchar, por cambiar, por progresar y tumbar demonios que todo país tiene por delante. De romper con moralidades, y prejuicios antiguos que solo provocan heridas internas, que a este paso cada vez resultan más difícil de reparar. Ojalá en días tan negros sepan mirar con esperanza al futuro. Ese ente inquieto, indefinido, movible e inestable. O podría haber hablado que tampoco me olvido de Haití aunque a veces las memorias de pez hagan tanto daño. De los parias de la tierra, de aquellos que tratamos como muertes de segunda, desgraciadamente incluso somos capaces de hacer hipocresía con la muerte. De los niños de áfrica que se matan con armas que les vendemos desde Europa, de tantas injusticias que cubren el planeta, y de la gente que lucha por cambiar este fatalismo, de aquellos que creen en un mundo mejor. De aquellos que sobreviven al día a día. También podía haber escrito sobre el último disco de Ismael Serrano, una vez más un placer escucharlo y dejarse arrastrar por un viaje hipnótico y entrañable. O de películas que una vez más me han arrastrado con su magia a viajar a otros mundos, a soñar despierto, a visitar desde otras perspectivas y con otros sentidos diferentes este mundo que a veces pienso que esta debajo de mis pies. Podría haber escrito tantas cosas, que desgraciadamente muchas de ellas se han quedado perdidas en el olvido, con la pequeña esperanza de que alguna vez puedan ser rescatadas. Mientras tanto, consciente después de esta necesitada y agradable parada. Que continuo mi travesía por el desierto del silencio, y mi viaje en esta isla llena de cantos de sirenas que no puedo explicar, tenéis que escucharlos, vivirlos, experimentarlos para entenderlos. Que ojalá pudiera trasladarlos estas ganas de vivir que me hierven por dentro, esta vitalidad y estas ganas de disfrutar cada momento que pasa. Que continuo en cada esquina, en cada rincón de la ciudad, en cada beso que robo o me roban buscándote, porque sé que estas ahí en alguna parte, esperando a que te encuentre, y yo ingenuo de mí mismo no pierdo la esperanza de encontrarte por una vez por siempre. Si, lo sé, no sé como eres, incluso se podría decir que eres más espejismo que realidad, pero yo sé que estas ahí fuera, ahí donde llegará el día que te acabaré encontrando. ¿Qué como sabré quien eres? El sabor de tus labios me responderá.


P.D: “Simplemente espero que nos volvamos a ver pronto. Cuídense.”


Saludos y gracias.





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