LOS DOMINGOS POR LAS TARDES



Supongo que hubo un tiempo donde los domingos por las tardes estaban llenos de sesiones dobles en esas butacas rojas, y a lo lejos asomaban lugares comunes, historias que se marchaban por ese vagón del metro, amores que se manchaban con despedidas que hacían que los lirios se marchitaran más pronto de lo normal, y venías con tus palomitas, antes de que se apagaran las luces y se corriera el telón, mientras te dejabas que te metiera mano a través de tu muslo.

Supongo que hubo una vez que los domingos por las tardes gastábamos el tiempo en el sofá, aprendiendo a hablar en silencio, y te quedabas dormida mientras te recostabas contra mi pecho, y descubría que así se debían de sentir los héroes que llenaron los espacios vacios que me dejó mi infancia.

Supongo que hubo una vez donde no sentía miedo los domingos por las tardes, porque no existían estos desiertos que producen tanta sed, no necesitaba pedirle al azar que se volviera a acordar de mí, las revoluciones de la lavadora no mencionaban que ya no estás aquí para abrazarte, que uno se puede llegar a sentir convaleciente por no tener a nadie a su lado.

Supongo que hubieron domingos por las tardes que pasábamos juntos las páginas de ese libro que escribíamos, y no le dábamos mayor importancia a los dinosaurios que salían de debajo del asfalto, que los únicos versos que me importaban eran los que hacía para ti y te dedicaba en las hojas de los chopos que caían, que entonces estábamos a tiempo para todo, que simplemente éramos felices.

Saludos y gracias  

4 comentarios: