ESCARABAJOS NOCTURNOS

Las colisiones arremeten más al sur de lo que nos podamos esperar, y ese viaje que a veces vemos como imprescindible para encontrar la gloria perdida, de repente se encuentra obstruido, obsoleto, imposible, diagnostico nubarrones negros que no nos permiten ver más allá de lo que teníamos previsto.

Y así el día se parte por la mitad y surge la noche, intangible, con sus señas de identidad, con sus leyes cósmicas, con sus mentiras, verdades a medias, y se encarga de arrancarnos el alma con cada trago que prometimos no volver a dar.

Es allí, bajo los efectos de una luna torcida, de estrellas que se pierden más lejos del infinito cuando uno cae al suelo por culpa de un charco que no había reconocido bajo sus andares imperfectos, sobre un terreno inestable por momentos, terriblemente seguro en otros tantos, en definitiva el de todos los días.

Allí sobre esa agua sucia, estancada, producto de las lagrimas de alguna alma triste y desolada, es cuando encuentras esos escarabajos nocturnos a veces voladores, otras veces terrestres.

Mantienen la distancia, te inspeccionan sin miedo, y descubres que a veces el tamaño no es tan importante como siempre habíamos creído. Ellos tan chicos, y eres tú el que le tiene miedo, miedo a lo desconocido, miedo a lo de siempre, miedo a no saber afrontar caminos escurridizos, tenebrosos, más oscuros que lo que marca la normalidad, esa normalidad que nos embutieron dentro de nuestros sesos.

Así entre tinieblas y dulces escaparates de ver pero no tocar, se ha escurrido el mes más corto del año, pero que a mí por momentos se me ha hecho eterno, insoportable, y a ratos en cambio me ha regalado instantes que los he querido sostener para la eternidad, aun sin saber muy bien que significa eso. A ratos, aunque le he vuelto a ver los dientes al lobo que acecha desde la sombra más lúgubre, y en otras ocasiones un colapso intangible, inclasificable y excesivamente embrollado se ha colado dentro de mi espina dorsal y por instantes a veces eternos, otras veces breves me ha dejado paralizado.

Aun así como decía, a ratos, recogí situaciones, gestos, miradas, palabras, sonidos, gritos, risas, distancias, acercamientos, inseguridades que se transformaban en pequeñas plumas para unas posibles futuras alas, de vuelos imposibles en estos instantes, pero quien sabe, quien sabe si en un futuro no tan lejano, resulta que volar no es tan difícil e imposible como nos han querido imponer unas reglas, unas reglas que demasiadas veces maldigo.

Así que ahora me encargo de agrupar escarabajos nocturnos, en noches cerradas, en noches abiertas, algunas veces solitarias, algunas veces pactadas con el diablo más cercano, y otras, las mejores, con la mejor compañía posible, estrechándola entre mis brazos.

Es por eso que ahora he decidido volverme recolector de escarabajos nocturnos, esos escarabajos que vienen cada vez que me tropiezo en un charco y me vuelvo a caer. Porque tengo la sensación que si en vez de temerlos, llego a comprenderlos, a entender su función, quizás así halle la respuesta que desde hace un tiempo anhelo con más urgencia, por qué cuesta tanto trabajo hacer los sueños realidad, y cual es el atajo que tengo que tomar.

Saludos y gracias

1 comentario:

  1. Gracias a ti por tu genial prosa poético-filosófica.

    Es un placer visitar tu bitácora. Sobre todo, por la inteligencia que rebosa.

    Un cordial saludo.

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