RYSZARD KAPUSCINSKI



Mi tolerancia, que se extiende sorbe todos los muebles, excluye, sin embargo, los escritorios, a los que combato en una guerra silenciosa, particular mía. Y los combato porque el escritorio es un mueble de características especialmente nefastas. Los muebles como género, como espécimen, son meros instrumentos, hasta esclavos al servicio del hombre, pero en nuestro caso los papeles se invierten: el hombre se convierte en instrumento y esclavo del mueble. Muchos pensadores reparan con preocupación en la burocratización del mundo y advierten del terror de la burocracia que amenaza a la sociedad. Sin embargo, se olvidan en su análisis, de que los propios burócratas viven bajo el terror. El terror de las mesas escritorio. Una vez sentado detrás de una, el hombre ya no sabe renunciar a ella. La pérdida del escritorio le supondría el fracaso de su vida, una catástrofe, un salto en el vacío. Reparemos en el número de infartos que se han producido y de suicidios que se han cometido detrás de una mesa de despacho y en el de las personas que han ido a parar directamente a un hospital psiquiátrico. El que se ha sentado detrás de una de ellas empieza a pensar de un modo diferente ; cambian su visión del mundo y su escala de valores. A partir de ese momento dividirá a las personas en las que tienen despacho y en las que no lo tienen, así como en poseedores de mesas más o menos importantes. Su vida se convertirá en un arduo peregrinaje de un escritorio a otro, de uno pequeño a otro más grande, de uno bajo a otro más alto, de uno estrecho a otro más ancho. Sentado detrás de uno, empieza a hablar en una lengua diferente, ya lo sabe todo, aunque ayer, todavía sin despacho, no sabía nada. Por culpa de los despachos he perdido a muchos amigos. En su tiempo lo fueron muy buenos, pero a causa de no sé qué espíritu maligno que vive en el interior de los hombres, una vez aposentados detrás de un escritorio empezaban a hablarme de un modo desconocido, se rompía nuestra relación hasta entonces fraternal y simétrica, para dar paso a una asimetría incómoda y desagradable, a una división en superior e inferior, se creaba un clima de jerarquía en el que ninguno de nosotros se sentía a gusto pero que, sin embargo, resultaba imposible de romper. Yo ya sabía que el escritorio los había atrapado en sus garras, que los había atenazado en una llave nelson. Después de varías experiencias de este tipo me di por vencido, dejé de llamarles por teléfono y de citarme con ellos. Creo que ambas partes aceptamos esta solución con alivio. Desde entonces, cuando alguno de mis amigos empieza a conseguir mesas de despacho cada vez más imponentes, sé que lo he perdido. Lo evito para ahorrarme ese mal trago que supone el paso de la simetría a la asimetría en las relaciones entre las personas. A veces el hombre cuyo lugar está detrás de un escritorio lo abandona para hablar con nosotros en otro extremo del despacho, en unos sillones o en una mesa redonda. Se trata de alguien que es consciente de lo que simboliza el escritorio y sabe que, cuando está de por medio, la charla entre dos personas recuerda más bien una conversación entre un sargento sentado en la tortea de un tanque y un recluta inexperto y asustado que se cuadra en posición de firmes justo enfrente del mortífero cañón.

Este fragmento pertenece al libro “La guerra del fútbol” escrito por Ryszard Kapuscinski. Aun recuerdo cuando conocí al autor hará ya tres navidades, me regalaron el “Ebano”, un libro imprescindible de leer si se quiere conocer el continente africano. Un libro que te cautiva por si solo, te arrastra por sus páginas y cuando terminas ya estás contemplando en tu cabeza cuando lo volverás a leer. Fue a partir de ese momento cuando tuve el enorme placer de descubrir a Kapuscinski, y conocer su vida. Un periodista con un par de huevos increíbles, modesto, humilde, un autentico profesional y un artista en su trabajo. Ojalá yo tuviera tan solo la mitad de valor que el tuvo en su vida. Escribía como los dioses, y lo más increíble de todo es que intentaba que con sus libros conociéramos la forma de ser, la vida de aquellos seres humanos que tristemente el olvido los tiene guardados en un lugar húmedo y gris. Si, también hablaba de la clase política, de las elites, pero por encima de todo ello le interesaba el ser humano y sus entresijos.

Podía haber cogido cualquier otro fragmento más relacionado directamente con lo que trata el libro, el cual habla de sus experiencias tanto en algunas zonas de América Latina como de África, pero escogí este porque me llamo la atención cuando lo leí la capacidad que tenía para hablar sobre un escritorio y sus consecuencias, me dejo prendado. El caso es que sino sabéis últimamente que leer, o tenéis intención de descubrir a un autor nuevo os recomiendo que le deis una oportunidad a Kapuscinski, no os defraudará, sus libros son amenos, y resultan un buen compañero de viaje, además en España es fácil conseguirlos, pues es muy querido. Descansa en paz, y que día más triste fue aquel en el cual nos dejo su pluma para siempre.

Saludos y gracias

1 comentario:

  1. Kapuściński hace sentirnos orgullosos de ser polacos. Fue un gran escritor. Este anyo me he tragado en un mes cuatro libros suyos. Tienes q leer el Emperador si todavia no lo has hecho.

    Saludos. :-)

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